Ya se me ocurrió la idea de vivir con alguno de los dependientes de aquel soberbio edificio y pasar de cuando en cuando las noches debajo de la campana monstruo, evocando recuerdos de otras edades o hilvanando alguna leyenda en que hubiese trasgos y duendes, fantasmas y aparecidos.
Los cuadros de Teniers me atraían hacia allí, y aquel corredor en que se hallan los gigantones y la tarasca y el Cid convertido en muñeco de colosales dimensiones; pero el claustro de San Juan de los Reyes, la Sinagoga y el Cristo de la Luz me ofrecían tantos encantos que no sabía si decidirme a optar por la permanencia en cualquier casa de la ciudad, o la residencia en la Catedral.
F. de Zulueta. Matar el tiempo. Artículo en El Museo Universal (8 febrero 1868)