Cuando decimos algo no deberíamos añadir que es verdad, pero a veces lo hacemos.
Ay Lacan decime, vos que sabés ¿por qué ese esfuerzo por pretender que entiendan como verdad nuestras verdades? Bah, no me digas, ya sé que pensas que la verdad es una estupidez en la que no hay que anclarse, ni buscando salvarla como algunos filósofos, ni como Sade, amándola.
No quiero anclarme, de hecho ya no busco salvar ni amar verdades, aha, eso está claro, pero deseo algo más, si, que no indaguen mis verdades, que las dejen pulular tranquilas sin cuestionarlas, son mías y de nadie más, porque si bien yo ya no fustigo a mis verdades con tantos interrogantes nunca faltan esos otros que pretenden invadir un territorio que no les pertenece.
Uf, esos otros y yo, tendremos que entendernos, merodear los bordes, recorrernos sin prisa y sin acostumbrarnos a ver siempre lo mismo. Aire, un poco de aire para que nuestras verdades conversen sin que las intimidemos con apremios legales o ilegales ni obligarlas a decir la verdad y sólo la verdad hasta que la muerte las separe con otras verdades.