A decir verdad, nunca en toda mi vida he tenido ese sentimiento de patriotismo que veo en otros españoles o en otras naciones. Jamás. España es un país en el que se vive muy bien -ahora, que estoy en Londres, más cuenta me doy de ello-, pero de ahí a que me sienta orgulloso de ser español hay un buen trecho. ¿Por qué sentirme orgulloso de algo puramente accidental?
Supongo que podría, porque, de hecho, puedo sentirme avergonzado de mi país... y mucho. El mismo país que está lleno de corrupción, el mismo que se pliega al poder de la Iglesia a pesar de ser un Estado aconfesional, el mismo que tiene una clase política amateur, el mismo que paga rescates a los piratas porque no puede abandonar a sus ciudadanos. ¿Cómo que no puede? Claro que puede, en realidad ya lo hizo en el pasado y lo ha vuelto a hacer ahora.
Aminatou Haidar, la activista saharaui, está siendo maltratada, obligada a venir a España y dejar a su familia en El Aaiún (Sáhara) y no permitiéndole regresar para poder estar con sus hijos. Miles de ciudadanos españoles han manifestado su apoyo a la Gandhi sahararui, se ha producido una oleada de iniciativas parlamentarias a su favor y cuenta con el reconocimiento internacional por su defensa de los derechos humanos... incluso, en 2008, estuvo nominada al Nobel de la Paz.
¿Y qué hace el Gobierno español, además de que AENA la denuncie por allanamiento de morada y alteración del orden por estar en huelga de hambre? Pues acabo de escuchar al pusilánime de Moratinos en la radio, pidiéndole a Aminatou que "colabore un poquito más después de que la hayamos acogido, aunque entiendo su frustración por no haber podido resolver su conflicto con Marruecos".
¿'SU' conflicto? Fue España quien abandonó a los saharauis, Moratinos, que para variar no te enteras o no te quieres enterar, porque esta misma semana vas con los Príncipes a Rabat a inaugurar un nuevo Centro Cervantes. ¿Dónde está la decencia de nuestro Gobierno y de nuestra monarquía?
Lo que digo. Hoy y desde Londres, ni una pizca de morriña... todo lo más, vergüenza y asco.