Duele atravesar paredes, uno se pone enfermo de eso
pero es imprescindible.
El mundo es uno. Pero las paredes...
Y la pared es parte de ti mismo:
uno lo sabe o no lo sabe, pero es así para todos
salvo para los niños. Para ellos no hay pared.
El cielo claro se ha apoyado en la pared.
Es como una oración al vacío.
Y lo vacío vuelve su rostro hacia nosotros
y susurra
"Yo no estoy vacío, sino abierto".
"Vermeer", de Tomas Tranströmer (Premio Nobel de Literatura 2011), en El cielo a medio hacer (Nórdica, Madrid, 2010), pág. 167.