Por Kino Navarro
Llueve, llueve y la gata danza al encuentro
de las gotas que perfuman y resbalan por el tejado.
Mientras, yo me absorbo en versos afónicos,
sin encontrar un verbo inmolado en este calvario
que me destierra de tus extensos labios.
No me atormentes en el cuidado de la cruz.
No quiero saber de la distancia que kilométricamente
nos separa. Tú te alejaste y yo me marché.
Marchamos edificando ladrillos de olvido.
No quiero misas, ni confesiones que deletrean
salmos añejos. Y sigue lloviendo.
Benditas lágrimas que se encelan fríamente.
Vocalmente me llueves, infinitamente me lluevo
en tu calvario. La gata sigue danzando y yo la sigo.
Danza de estrofas codificadas que no se crucifican.
Danza soberbia. No te deseo atado a mí y no voy
atar mis vocales a ti, han cesado las gotas
de tu sufrimiento, me he cesado yo sin descifrar
las ecuaciones que habitan y transitan en tu rostro.
Amor que lo cuestiona todo, amor que todo reclama.
Kino Navarro, Sevilla. Septiembre 2016
Del poemario 'Manifiesto místico'