Vertedero de hidrocarburos

Publicado el 09 septiembre 2010 por ArÍstides

UNO ES DUEÑO DE LO QUE CALLA Y ESCLAVO DE LO QUE HABLA. Sigmund Freud

Nos alarmamos cuando el Exxon Valdés contaminó con petróleo la costa de Alaska. De la misma manera que lo hacemos con el desastre ecológico ocasionado por el vertido de crudo en la costa de Luisiana. Somos así, le damos gran importancia a las imágenes de los desastres y nos parece inaudito que esas masas viscosas y pegajosas asolen una zona de extraordinaria y frágil biodiversidad.

En la actualidad, hay cerca de 7000 petroleros en activo que surcan los mares y que ocasionan con sus derrames premeditados el 85% de la polución por hidrocarburos en los mares. Los océanos se han convertido en un gran vertedero en el que estos gigantes liberan el contenido de la limpiza de sus tanques o derraman en el mar los trasvases entre barcos. A su actuación habría que añadir el cúmulo de accidentes petrolíferos procedentes de refinerías, plataformas marítimas o tuberías submarinas. Sólo el 15% de la contaminación es como consecuencia de grandes catástrofes. Es decir, estamos ante una contaminación debida a hidrocarburos de carácter estructural que, a diferencia de la otra, carece de imágenes espectaculares y de la atención mediática.

Se trata de daños que no se cuantifican, entre otras razones, porque sus causantes hacen que pasen inadvertidos. De esto saben bien los países que tienen costa en el Golfo de Bizkaia. Allí se han recibido en los últimos 40 años más de un millón de hidrocarburos que han sido los causantes de una muerte lenta del litoral y de cuya limpieza no se ha preocupado nadie. En el mar falla la prevención y la eficacia contra los vertidos descontrolados. Es una obviedad conocida por todas las partes.

No parece razonable el axioma aquel de que “el que contamina paga”. Va siendo necesario involucrar también a las compañías aseguradoras y, en definitiva, a todos los que se benefician del negocio, desde productores hasta distribuidores finales. Sin olvidar repercutir en los costos los gastos medioambientales o de cambio climático que ocasionan este tipo de energía. Quizá entonces descubramos que las energías renovables no son tan caras.