Vestida para sudar

Publicado el 06 diciembre 2010 por Tuestilistaonline



Paula Grande
A punto de entrar el invierno, y por eso de que la operación biquini no me pille por sorpresa, he decidido empezar a cuidarme. Y para eso, me he apuntado a clases de pádel. Mis amigas se partieron de risa cuando se lo conté, supongo que imaginándome en un mano a mano con Aznar, el padelista más famoso del país. Lo que ellas no saben es que este deporte se practica por parejas, así que nuestros respectivos también tendrían que venir.

La verdad es que me cuesta imaginar a la concejala madrileña vestida de sport, no digamos en chándal. La veo más de paseos por el campo con ropa ad hoc (leer post Disfraces cotidianos). Me parece de esas mujeres que levanta peinada de la cama, y tiene el ojo pintado antes de tomar el café con leche.
  
Todo lo contrario que yo, que recién levantada, soy clavadita a Marge Simpson, salvo en el color de pelo (luego, según pasan las horas, voy mutando en Lisa).

Al ex -presidente del gobierno, en cambio, lo veo, más que con ropa de deporte, a torso descubierto. Y es que el reportaje veraniego de Aznar enseñando músculo en la playa tiene para mí más interés que el tradicional posado de la Obregón, sobre todo desde que se deja el pareo puesto. ¡Dónde quedaron aquellos biquinis y triquinis a cada cual más espectacular!.
Luego, a la hora de la verdad, la ficción supera con mucho a la realidad. Quiero decir que normalmente en el gimnasio, los chicos no van a torso descubierto, cual protagonistas de anuncio de Coca Cola. Y desgraciadamente, quienes utilizan vestuario más revelador no siempre son los que más interesaría, por aquello de alegrar la vista.

Con las chicas sucede todo lo contrario. En el gimnasio, habitualmente, la que puede, presume, y lleva mallas ajustadas, camisetas prietas y en general, un estilismo que levanta envidia y/o deseo, según los casos.

Yo al principio era de las que reciclaba cualquier cosa que tuviera por casa para ir a hacer deporte. No llegaba al extremo de ponerme polos con la publicidad de“Churrasquería Manolo”, pero casi, casi: camisetas básicas, pantalón de chándal y a correr. Después empecé a utilizar leggins (del mercadillo, por supuesto).

Hasta que entró en mi vida una multinacional de la ropa deportiva y ya comencé a parecer una profesional. Digamos que lo mío era Inditex aplicado al sport. Porque, sinceramente, gastarme cien euros en un conjunto que sólo voy a utilizar mientras levanto pesas (y contraigo la cara), corro en la cinta (y sudo) o hago aeróbic (y parezco un pato mareado) no me parece la mejor inversión.
Aunque sería mucho peor que me hubiese aficionado a la gimnasia, por ejemplo. Vale, ya sé que estoy un poco mayor para subirme a la barra de equilibrios, pero es una espinita que siempre he tenido clavada. Y además, no creáis que me da miedo hacer saltos mortales sobre una superficie de 10 centímetros de ancho, no. Lo que no quiero es tener que ponerme esas mallas tan horribles que les hacen llevar en competición.  
Las chinas llevan siempre maillots color rojo-comunista, y supongo que para dar un toque de colorido infantil, los combinan con horquillas rosas, con forma de estrella o corazón. Las americanas trasladan a su vestuario de competición lo que todas asumimos que es su gusto para la ropa de gala, y así no faltan nunca abalorios, brillos o drapeados, hasta el punto de que en cuanto has visto un par de pruebas, aprendes a distinguirlas sólo por la ropa. Las europeas del Este, por su parte, son más discretas en el vestir, pero utilizan los mismos peinados que mi madre... o que mi madre de joven.
Claro que con los tíos no es mucho mejor, con esas camisetas tan prietas que les dejan las axilas (mayoritariamente depiladas) al descubierto. Eso sí, ellos huyen de los trajes de fantasía, que para eso ya están sus colegas del patinaje artístico.

Pero de la moda de este otro de mis deportes favoritos prometo hablar otro día. Hasta la próxima semana.