En lugar del barrio gótico de Barcelona, óvulos, y en lugar de la escultura de la sirenita en Copenhague, semen. Los motivos para hacer las maletas y visitar otro país son múltiples, al igual que los lugares recomendados en las guías de viaje. En ocasiones, incluso, la razón de la escapada, más que a la ida, espera a la vuelta. Y con suerte, es en forma de bebé. Se trata del turismo reproductivo, origen aproximadamente del 5% de los tratamientos de reproducción asistida en Europa.
La historia de Marie y su pareja es tan solo un grano de esa montaña de arena. Llevaban casi una década intentando sin éxito tener un bebé cuando se toparon contra un muro. “Utilizamos un procedimiento de donación [de óvulos] en Francia que no funcionó”, dice. A su vez tuvieron que afrontar otro problema: allí las listas de espera para acceder a la reproducción asistida son de dos años, “y, cuando no funciona, debes esperar otra vez dos años”. Los retrasos les hacían temer lo peor: superar el veto legal de 45 años que Francia impone a las mujeres para acceder a las técnicas de reproducción asistida. “Si puedes asumirlo económicamente, te vas a otro país europeo que tenga las mismas técnicas de reproducción asistida pero más rápidas”, explica.
El caso de Marie, que viajó a España, no es único. Erika ―nombre modificado por petición propia, al igual que en el primer caso―, una mujer húngara que lleva desde 2017 intentando concebir con su pareja, también busca acceder a la donación de óvulos. Aunque sí resulta posible hacerlo en Hungría, en este caso es obligatorio que quien los done sea un familiar. “No tengo ninguna pariente que pueda donarme ovocitos”, cuenta. Este fue el principal motivo que les llevó a cruzar la frontera destino a Eslovaquia, junto con la saturación y la deshumanización que, según Erika, afectan al sistema sanitario húngaro: “Nos sentimos como si fuéramos cobayas”.
Una carrera de obstáculos para lesbianas y mujeres sin pareja
Todas las parejas heterosexuales de Europa pueden someterse a tratamientos de reproducción asistida, ya sea en lo público o, si el sistema de salud no les cubre, pagándolo de su bolsillo. Es legal. El veto solo llega, y en unas pocas regiones, si se necesitan óvulos o embriones donados.
Pero para parejas de mujeres o mujeres solteras, y mucho más para personas trans o intersex, la cosa se complica. De hecho, no fue hasta junio de este año cuando Francia permitió el acceso a estas técnicas a estos colectivos. Y en Noruega incluyeron a las mujeres sin pareja en 2020, hace muy poco.
De los 43 países europeos que realizan técnicas de reproducción asistida y comparten de alguna forma sus datos, doce no permiten a las mujeres sin pareja acceder a la fecundación in vitro: extraer el óvulo y combinarlo con el espermatozoide en un laboratorio para luego introducir el embrión. Algunos más, dieciséis, vetan también su acceso a la inseminación artificial, técnica que consiste en introducir el semen mediante una cánula en el útero. Si además necesitan óvulo de donante, la lista de lugares donde se las excluye crece aún más.
La situación es peor para las parejas de mujeres: en veinticuatro países no pueden someterse a ningún tipo de técnica de reproducción asistida. En general, para el colectivo LGTBI, tener hijos mediante estas técnicas no es un camino fácil en Europa, sobre todo para las personas trans e intersex. Su acceso está reconocido en veinte países. En seis, de forma explícita, no. En Alemania ni está regulado, mientras que en Italia es obligatorio haber completado antes la transición. En algunos, incluso, los cambios legislativos pretenden borrar esas realidades, hacer como que no existen. Es el caso de Hungría, donde no hay ninguna referencia en la legislación sobre las personas trans.
La discriminación lleva a algunas personas a tener que plantearse difíciles alternativas. En el caso del colectivo LGTBI hay tres: la primera, enmascarar la identidad real, con parejas de lesbianas que mienten diciendo que es una mujer sola la que accede al tratamiento, si eso sí está permitido, o personas no binarias u hombres trans que dicen que son mujeres. Otras opciones son cruzar fronteras para hacerlo en otro país y tener relaciones con amigos o con personas de confianza aunque no sientan atracción por ellos.
Por el contrario, la única barrera legal para parejas heterosexuales, en la mayoría de casos, es la edad, que suele tener un tope de cerca de cincuenta años para las mujeres. Para los hombres, solo tres de los 43 países ponen máximos: Francia, con 59 años; Finlandia, con sesenta; y Suiza, también con 56, aunque en estos dos últimos casos son recomendaciones, no vetos legales. A pesar de ello, la mitad de los problemas de las parejas que acuden a técnicas de reproducción asistida vienen de la parte masculina.
La traba más común: la falta de recursos económicos
Una vez superados los escollos legales, llegan los económicos: no todos los países cubren estas técnicas ―seis no cubren nada―, y quienes sí a veces solo costean una parte, o las listas de espera son de años. En algunas zonas el acceso es parcial. Por ejemplo, en Suiza y Polonia solo se financia la inseminación, no la in vitro, mucho más cara. Y en Grecia el sistema público solo atiende en casos muy concretos, como personas que viven en territorios insulares alejados de la capital. Alemania, por su parte, no incluye a lesbianas y mujeres solas.
El límite de edad, que ya era una barrera legal importante incluso yendo a una clínica privada, baja bastante cuando el objetivo es recibir estas técnicas en la sanidad pública. En otros países, acceder a la reproducción asistida en lo público tiene barreras extra, como no superar determinado peso ―en Serbia, Rumanía y algunas regiones españolas― o no tener hijos previos, como en Dinamarca, Malta, Portugal, Rumanía, España, Suecia y Turquía. Otro de los límites más habituales es cubrir solo un número máximo de intentos, normalmente seis o tres ciclos en la inseminación y tres en la fecundación in vitro.
Y luego están los copagos, que hacen que el acceso no sea gratuito en la práctica. Los más habituales son los de las medicinas, algo muy relevante, puesto que por cada ronda de in vitro en España, por ejemplo, el tratamiento hormonal puede superar los mil euros.
Las mecas del turismo reproductivo en Europa
Como consecuencia de todos esos obstáculos hay países que absorben a un gran número de pacientes a quienes se les niegan las técnicas de reproducción asistida en su país de origen. Entre los destinos más populares, destacan España, Chequia, Dinamarca y Bélgica. En 2019, por ejemplo, en España se realizaron 18.457 ciclos de tratamiento a personas procedentes del extranjero, el 12,5% del total, la mayoría de Francia e Italia, mientras que Dinamarca ofreció más de 8.000 a pacientes internacionales, un 21,7%. En Bélgica, según datos de 2018, aproximadamente trece de cada cien ciclos de fecundación in vitro se ofreció a pacientes que vivían fuera del país, la mayoría en otros Estados de la Unión Europea.
Quienes se desplazan fuera en busca de reproducción asistida eligen dónde ir en función de sus necesidades. Así le ocurrió a Marie: “Vivo en Toulouse. Está a tres horas de Barcelona”, explica. Tanto España como Chequia suelen ser un destino habitual para las personas que tienen problemas de fertilidad y requieren óvulos donados, como le pasaba a ella.
Los datos así lo demuestran: el 54,3% de los tratamientos iniciados en España en 2019 en pacientes extranjeras se relacionó con la donación de óvulos. Las cifras son también llamativas en Chequia: en 2017, las donantes de óvulos fueron mujeres que vivían en territorio nacional (99,7%), mientras que las receptoras eran en su mayoría personas extranjeras (86,3%). En cambio, Dinamarca es uno de los más famosos para quienes buscan donantes de semen. De hecho, el 55,5% de las inseminaciones con donante en Dinamarca se hicieron a personas extranjeras.
Y aunque las razones para desplazarse a cada lugar son variadas, todos estos países tienen algo en común: contar con una legislación permisiva y alcanzar tasas de éxito elevadas.
La investigación y redacción de la pieza inicial fueron realizadas por Civio para la European Data Journalism Network (EdjNet), un consorcio periodístico internacional que cubre temas paneuropeos usando periodismo de datos y del cual El Orden Mundial también forma parte. Se publica bajo una licencia CC BY-SA 4.0.
Vetos a mujeres solteras, lesbianas o trans: qué hay detrás del turismo reproductivo en Europa fue publicado en El Orden Mundial - EOM.