La música, los bailes, la representación de su propia -y premiada- creación literaria, los mensajes directos al corazón del espectador… terminaron formando el emotivo y conmovedor conjunto que todos esperábamos, alimentando ese sentimiento de solidaridad que termina diluyéndose, transformándose en innecesario, cuando reconocemos la evidencia de que nada nos diferencia y que la “distinta capacidad” sólo es una circunstancia que no ha de impedir que todos vayamos juntos en el mismo camino. Lo único necesario es que, cada cual, sepa armonizar su paso con el de su acompañante mientras compartamos esta senda.
Asprona hace mucho tiempo que no tiene nada que demostrar. Sus familias, sus usuarios, sus trabajadores y sus voluntarios son un magnífico ejemplo de cómo han de hacerse las cosas cuando se persevera por lograr la integración. Por ello, sólo es posible felicitarles por su trabajo. Pero hoy, quienes se merecen todos los aplausos son los chicos y chicas, hombres y mujeres que por unas horas nos regalaron toda su capacidad artística. Enhorabuena.