VI La Desértica

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante

Al fin llego el día de mi objetivo principal del otoño, La Desértica, mi cuarta aventura por equipos en lo que va de año.

Nunca había corrido por equipos hasta este año, pero me ha gustado mucho la experiencia en las ocasiones anteriores y sabia que esta vez, aunque iba a ser duro por el nivel del equipo, volvería a disfrutar.

El objetivo era muy ambicioso, rondar las 6 horas y media, con lo que, de acuerdo a los tiempos de pasadas ediciones, resultaríamos campeones.

Yo sabía que con no petar ninguno tendríamos posibilidades, aunque eso de los tiempos y los ritmos en pruebas tan largas puede que al final no sirviese de mucho, ya que por ejemplo este año se esperaba un fuerte poniente en contra desde el inicio de la prueba, lo que probablemente haría que fuese una carrera más lenta que otros años.

La tarde anterior fue frenética, ya que tenia que salir del trabajo, ir a Roquetas de Mar, recoger las camisetas y dos mallas largas en Aguadulce, recoger mi bolsa del corredor, volver a Roquetas de Mar, entregar camisetas y entre medias hacer el check-in, cenar y organizar todo el material para la mañana siguiente.

Sobre las 12 de la noche podría al fin irme a la cama, y a las 5 am despertaba sobresaltado porque soñaba que llegaba tarde a una carrera... Fui al baño a hacer un pis y pude volver a dormir hasta las 5:50, cuando ya si sonó la alarma.

Hacía 50 minutos me había levantado freso y muy lucido y ahora sin embargo iba como un zombi, pero el tiempo apremiaba y había mucho que hacer.

Tras desayunar un bol grande con avena que había dejado en remojo antes de acostarme, preparé los bidones, gomitas y geles, repase el plan nutricional, fui al baño, me vestí y tras confirmar con mi hermana que estaba preparándose, bajé al hall del hotel.

Adri ya estaba allí y Carmona no tardo en llegar, con un bigote que, nos comentaba, seguro que nos daba suerte.

Mi hermana bajó mientras nos poníamos al día y fue a por el coche mientras Carmona iba a por sus cosas y nos recibía el poniente del que acabaríamos hasta la coronilla unas horas mas tarde.

Tras lo que me pareció una eternidad, mi hermana nos recogió y pusimos rumbo a Almería, tras un par de percances, como el cruce de una calle en dirección prohibida y el saltarnos la salida mas rápida, pero la sorpresa grande de la mañana estaba aún al llegar...

Como si de una premonición se tratase, mi sueño de llegar tarde a la salida podía llegar a cumplirse, ya que había dejado la camiseta de Carmona en el coche para que no se nos olvidase por la mañana Pero mi hermana la subió a la habitación por la noche y se le había olvidado bajarla por la mañana.

Eran las 8:10 am y estábamos ya en Almería pero el tiempo de ir y volver iba mas que justo... por suerte y en previsión de que esto le podía pasar a alguien, eche la camiseta de la Subida al Veleta, donde también corrí con los Locos de la Colina.

Tras confirmar con Carmona que le estaba bien de talla nos despedimos de mi hermana, que nos haría el seguimiento por los pueblos mas tarde y fuimos en busca de Rubén y Miguel Ángel.

Al primero no tardamos en encontrarlo, pero con Miguel no dábamos y no nos cogía el teléfono. 

De camino al corralito de salida nos encontramos con varios Locos de la Colina, entre ellos el otro equipo, mixto, que participaba en la prueba, así como varios corredores de la modalidad  individual.

Miguel le había dicho a Adri en el último contacto que estaba por el Burguer King y la salida de los equipos estaba mas arriba así que intuíamos que podría haberse equivocado de cajón, pero tampoco lo veíamos.

Tras una parada rápida para ir al baño llegamos al cajón de los equipos y nos encontramos conque teníamos que fichar todos juntos para entrar, ya que además de sellarnos en las cartillas, nos harían  una foto.

Por suerte, justo cuando nos tocaba, Rubén divisó a Miguel de entre los corredores del cajón individual y ya pudimos pasar todos juntos.

Parecía mentira pero al fin estábamos todos juntos, cerca de la línea de salida y con casi veinte minutos de margen.

Entre el saludo a varios compañeros y amigos (mención especial a Rubén Delgado, espero poder verlo pronto de corto), la  amenización de Pepe Yepes y su compañero y el discurso del coronel y el general, los minutos previos a la salida se me pasaron muy rápidos  y cuando me quise dar cuenta estaba retumbando el cañonazo de salida.

Salimos un poco como pollos sin cabeza, buscando los huecos entre los corredores para reagruparnos, mientras los del Trail Running Jaén marchaban ya en formación a buen ritmo y se iban escapando.

Eran los claros favoritos y llevan tiempo dominando en las pruebas de ultrafondo, pero nosotros veníamos bien entrenados así que no descartábamos nada, ya que en una prueba tan larga pueden pasar muchas cosas.

Rubén Ariza llevaba anotados en la mano los tiempos de paso y Adri controlaría el ritmo también, pero de momento me daba la sensación de ir muy rápidos.

No parecía que la fortuna nos sonriese, ya que a los múltiples percances que habíamos vivido antes si quiera de comenzar la prueba, se sumaba otro...

Mientras ascendíamos por la Avenida de Santa Isabel, Carmona  echó mano de uno de sus soft flasks y soltó un enorme chorro de agua.

Intentaba cerrarlo, pero cuanto más lo apretaba más agua escupía, así que bajé el ritmo un poco para echarle una mano y finalmente lo pudo arreglar, aunque ya de entrada había perdido como tres cuartos líquido.

A una media de 4:40 nos plantamos en el Centro Comercial Torrecárdenas, donde hace lo que parece una eternidad, gané la I edición de sus 12 horas solidarias y Mayte hizo la friolera de 50 kilómetros sin entrenar.

Pese al pis de ultima hora, llevaba la vejiga llena así que aproveche que veía una cuesta a lo lejos para parar un momento.

Avise a Adri, que también paro, pero pese a que aun con la parada, me salió el kilometro a un rimo medio de 4:48, no veía  mis compañeros por ningún lado.

Apreté el ritmo animado por la banda de música y ya los vi a lo lejos, justo cuando  Adrián me alcanzaba, pero íbamos a 4:20 y no les recortábamos camino, así que íbamos manteniendo la distancia.

Cruzamos el puente sobre el río Andarax y entramos en Viator, que estaba de fiestas y por fin empezamos a recortarle terreno a nuestros compañeros, que avanzaban con las dos primeras mujeres y otro compañero de Los Locos.

En la cuesta grande del kilómetro 10 les dimos finalmente alcance, a costa de subir trotando en lugar de caminando.

Iba con el pulso acelerado y fuego en los cuádriceps, por lo que empezaba a preocuparme el ritmo, ya que de seguir así acabaría petando.

Decidí colocarme a la cola del grupo, sin descolgarme, concentrado en comer y beber y llevar una zancada lo mas natural posible.

Cruzamos sobre la Autovía de Tabernas, donde el marido de una de las primeras corredoras le esperaba para avituallarle y Rubén y Miguel me comentaron que en el Campamento el año pasado  hubo control, así que saqué las cartillas.

Este año no hubo control, así que tras una parada rápida para reagruparnos en el avituallamiento avisé de que íbamos, en mi opinión, demasiado rápido.

Adri coincidía en que el ritmo era muy alto y Miguel nos dijo que le echásemos el lazo si se lanzaba, pero en la primera bajada volvíamos a las andadas.

Por suerte llegaban varias cuestas polvorientas que, aunque subíamos al trote, daban un respiro al ritmo y no tardamos mucho en llegar a la bajada, donde Miguel nos comentó que le habían salido los kilómetros más rápidos el año pasado.

Adrián coincidía, pero aunque es verdad que íbamos a buen ritmo, por debajo de 4:40, entre las piedras, que me hicieron tropezar un par de veces y que teníamos  que ir constantemente echándonos hacia la izquierda para que pasasen las bicis, no terminaba de ir cómodo.

Llegando a Pechina hico otro Loco su aparición y ya éramos 7, ya que llegaba un compañero animándonos con fuerza desde detrás, aunque lo perdimos tras dejar atrás el pueblo.

Me alegro ver a la salida del mismo a Ruben Delgado y entramos en un nuevo tramo de cuestas, esta vez menos polvoriento que el anterior, rumbo a la Rambla del Boliche.

Rubén comenzaba a ceder terreno, aunque seguía por delante mía y me comento que se empezaba a acalambrar.

Es algo a lo que es muy proclive y con la experiencia lo va superando cada vez mas y mas rápido, así que no estaba preocupado.

En esas no adelanto el segundo equipo, Los Africanus, que dábamos por hecho que eran militares, así que seguimos a lo  nuestro y nuestro compañero de los Locos se despidió para apretar un poco el ritmo.

Los Africanus llevaban música y Carmona me leyó la mente, ya que dijo que como éramos un equipo pro no había echado el altavoz de los 101, ya que si no se iba a quedar atrás.

Las cuestas se iban empinando y Rubén tenia peor cara, así que ya me empecé a preocupar y le di una voz a los compañeros para que bajasen el ritmo, ya que comenzaban a perderse en el cambio de rasante.

Rubén iba tocado de los gemelos, pero en cuanto el terreno se empezaba  a llanear, corría nuevamente sin que nadie le dijese nada.

Me venían flashbacks del pobre Antonio en las cuestas de después de Setenil de Las Bodegas en los 101, cuando empezaba a acalambrarse también.

Aun no habíamos alcanzado el ecuador de la prueba y por lo que comentaban los compañeros hasta el 40 iríamos todo en subida.

Me quede pegado a Rubén y si andaba, yo andaba con el y si trotaba, seguía el ritmo que el marcase.

Creo firmemente que en un equipo, el ritmo óptimo es el del compañero más lento, ya que de lo contrario alguno acaba por reventar, así que iba dando toques a los compañeros si se alejaban mucho y aunque no llegábamos a reagruparnos, estaban al alcance de la vista.

En el primer avituallamiento una vez superado el ecuador de la prueba, recargué a tope, ya que tanto Carmona como yo estábamos orinando muy oscuro y desde el anterior avituallamiento me había bebido un litro entero.

Estaba comiendo algo menos porque con las cuestas el ritmo era mucho menor y no me quería embuchar, pero hasta el momento, los productos de Santa Madre me estaban viniendo como anillo al dedo.

Tras un kilómetro de bajada volvimos al ascenso y me volví a quedar atrás con Rubén mientras los compañeros iban abriendo camino.

Se notaba que habíamos bajado el ritmo ya que nos iban pasando corredores, como un corredor de Málaga, que se extrañó de verme fuera del asfalto y de que me estuviese adelantando en plena cuesta.

No paramos de subir hasta el kilómetro 45, donde me sorprendió gratamente encontrarme de nuevo a Rubén Delgado, equipado con una botella de agua helada que me vino fenomenal y que compartí con los compañeros.

Carmona parecía estar también de bajón ya que ahora iban tirando Adri y Miguel y tras un tramo de asfalto de un par de kilómetros, volvimos al sendero.

Me comentaban los compañeros que venía una buena bajada y yo, mentalizado de que el último descenso sería duro, me coloqué tras Miguel para tener espacio para bajar, ya que soy muy malo bajando en montaña y con calzado de asfalto, más.

Hasta ese punto podría haber corrido con Vaporflys y de momento las Nimbus 26 iban bien, la senda no era muy estrecha ni técnica, aunque tenía muchas piedras y arena, así que fuimos bajando a buen ritmo, sorprendidos, yo al menos, por la buena evolución de Rubén, que bajaba a muy buen ritmo.

Llegamos juntos a Enix, kilómetro 52, donde nos esperaba la mujer de Rubén con Réflex para Carmona y los militares para sellar la cartilla y echarnos una nueva foto.

Cruzamos juntos el punto de control y seguimos cogiendo altura camino de la última bajada, que ya me anticipaban los compañeros que no tenía nada que ver con la que acabábamos de hacer.

Adrián me  preguntó si necesitaba algo y como me había quedado sin geles le pregunté si le sobraba alguno y me dio un CAF 100 que me entró súper bien, ya que comenzaba a notar que las piernas flaqueaban.

Empezábamos a remontar algunas posiciones pese a caminar casi todas las subidas y tras parar en otro avituallamiento con sellado y control de equipo, llegamos a La Bestia y comenzamos a bajar con unas vistas espectaculares del mar de plásticos en primer plano, la ciudad de Roquetas en segundo plano y al fondo, el mar.

Sabía por mis compañeros que los últimos kilómetros serían por la playa pero no me cabía  en la cabeza que solo en 13 kilómetros podríamos llegar tan lejos.

Hasta que en dos kilómetros descendimos casi 300 metros de desnivel... ahí me empezó a cuadrar.

Si anteriormente hubiese usado zapatillas con placa de carbono de asfalto en caso de repetir la prueba, ya solo con ese tramo se me quitó de la cabeza, ya que pese a bajar muy despacio y calculando muy bien cada paso, tuve varios resbalones y le pegué tres patadas a piedras, quedándome con el pulgar izquierdo anestesiado tras la última.

Una voz que me sonaba extrañamente familiar me comentaba desde atrás que tuviese cuidado, que el cuerpo ya iba cansado y las piernas no se levantaban igual y cuando poco más tarde le di paso me di cuenta de que era José Luis Basalo, con quien no coincidía desde el Spartathlon.

Quedaban aún varios kilómetros de bajada y enganchamos a los Africanus que ya sabíamos que eran civiles.

Una vez llegamos a tierra firme, yo con los cuádriceps tiritando de ir aguantando en las bajadas, nos pusimos casi a su par, pero los perdimos en el avituallamiento del kilómetro 62.

Quedaban dos avituallamientos más para meta y ahora el poniente soplaba con más fuerza mientras buscábamos la costa por la rambla de las Hortichuelas.

Íbamos dando paso a las bicicletas, que bajaban a gran velocidad, mientras a lo lejos divisábamos de nuevo a los Africanus, pero Rubén iba dándolo todo y no le podíamos pedir más, bastante que no había abandonado y estaba dejándose la piel para que llegásemos a meta.

Ya íbamos cansados y hablábamos poco, animándonos mutuamente y recordándonos que había que beber y comer.

Tras tres largos kilómetros de rambla llegamos a la playa, donde el viento seguía arreciando y no se veían aún ni rastro de la meta.

Último avituallamiento, donde intentamos no entretenernos demasiado, pero ya se nos habían escapado los Africanus del campo visual.

Daba igual, íbamos terceros por equipos, peleando como jabatos y en menos de cuatro kilómetros estaríamos en meta.

De repente, nuestro corredor lanza durante toda la carrera, Miguel, cedía terreno y ahora tiraba junto a Adrián.

Me había venido arriba y los compañeros me pidieron bajar un poco el ritmo y ya entramos juntos por la Avenida Rey Juan Carlos I, buscando el parque donde nos aguardaba el arco de meta.

Para mi la entrada a meta fue un momento muy bonito, ya que tanto en la Backyard de Gaucín como en la Subida al Veleta no hacía falta correr juntos para puntuar como equipos y en los 101 al final no conseguimos llegar todos juntos; esta vez, sí.

Esta vez no solo lo conseguimos, sino que además éramos terceros por equipos, a menos de un minuto de los Africanus y a media hora de los líderes indiscutibles de la prueba, Trailrunners Avanza, de Jaén.

Como ya me dijo en algún punto del recorrido, en meta, el Coronel Mackinlay me felicitó por la carrera y por el pelo y mientras celebrábamos la victoria caí en la cuenta de que al final no había visto a mi hermana en todo el día.

Pero esa es otra historia ;)