Vía Veneto: un paraíso gastroenológico

Por Sariqui @CocinadeSariqui

Este mes he finalizado el Postgrado de Comunicación Gastronómica y Enológica y, para celebrarlo como se merece, decidimos ir a cenar a Vía Veneto. 

Restaurante regentado por José y Pedro Monje, padre e hijo, que durante años ha sido considerado como el mejor de Barcelona. Con una estrella Michelín, tres soles en la Guía Repsol y 9.5/10 puntos en Gourmet Tour, nuestra apuesta no podía fallar. Y así fue.


Nada más llegar, nos recibieron con un cóctel misterioso a la par que riquísimo para acompañar unos entrantes inspirados en el 'Vermuth' o aperitivo Barcelonés: Aceitunas Gordal con gelee de vermouth, Mini coctel de gambas, Patatas bravas de la casa, Pilota con pan con tomate, Cornete crujiente de 'Vieiras', Croquetas con 'Garotes', Tejas de Parmesano con anchoas de l'Escala.
Tras los aperitivos, nos invitaron a visitar las entrañas del restaurante y en su cocina nos aguardaba el chef, Carles Tejedor, que nos dejó ver los entresijos de su laboratorio 'Gourmand'.
A continuación, nos adentramos en la bodega, el paraíso de cualquier amante del vino. Una colección de botellas perfectamente ordenadas, por añadas, por regiones, por DO, etc. La joya de la corona: Petrvs 2004.

Una vez en la sala, empezamos un maridaje de lujo, con una puesta en escena y un arte en sala impresionantes. Empezamos con un mini Steak Tartar, era el primero que probaba y me pareció espectacular, a pesar de no gustarme la carne cruda.

A continuación, un 'Mosaico' de foie, espárragos trigueros y trufa negra, no hace falta mayor presentación. ¡Exquisito!

De segundo, un clásico de la casa 'Dim Dim' (raviolis chinos) rellenos de gamba de Palamós con su caldo 'Dashi' al vapor de ibérico y algas. ¡Una mezcla de sabores espectacular!

Para terminar un 'Petit Poulet' de Bresse relleno de foie y trufa, servido en dos fases. Primero nos os sirvieron las pechugas.

Luego los muslitos trinchados y rebozados con almidón de maíz con parmentier y una airbaguette. Un contraste de crujientes en boca.

Maridado con un Vermillon 1999.

Entre plato y plato, el artista de sala preparó una naranja en su jugo. Es la primera vez que la he visto preparar así y sencillamente aluciné. ¡Todo un espectáculo!

De postre, una reinterpretación del clásico Irish Coffee convertido en un postre delicioso lleno de contrastes de texturas y sabores. ¡Una obra de arte!

Y para rematar, no podían faltar unos 'Petit Fours' para acompañar el café. Me quedo con la trufa de chocolate, estaba de vicio.

Antes de despedirnos, nos obsequiaron con el libro de la historia del restaurante. ¡Cuánta emoción!

El resultado, una velada agradable en buena compañía y con una cena deliciosa.
Gracias a Pedro Monje y a todo el equipo por el trato recibido.