Viajar a Nueva York con un bebé

Por Jose Ortiz @mejorepoca

Nueva York con un bebé

Nueva York es una de esas ciudades en las que muchas personas queremos estar al menos una vez en la vida.

Será por sus rascacielos, por tener uno de los parques urbanos más grandes del mundo, por el humo saliendo de las alcantarillas en invierno, por lo que significa la Estatua de la Libertad, por el Empire State y King Kong o por la cantidad de series y películas que se han grabado en sus calles.

Lo cierto es que casi todos los que hemos visitado esta ciudad, coincidimos en que la sensación que tienes al poner un pie por primera vez en ella es que “ya has estado allí”.

Pero este sentimiento, en nuestra opinión y lejos de restarle magia, ayuda a hacerte sentir un poco en casa aunque estés a miles de kilómetros de distancia.

¿Pero qué sucede si no cuentas con todas esas referencias? ¿Y si llevas tan poco tiempo en este planeta que no has tenido tiempo para saber que esta ciudad es un plató de televisión en sí mismo? ¿Qué le llama la atención a un bebé de 8 meses de la ciudad que nunca duerme?

Después de un mes recorriendo las calles de Nueva York, aquí van los momentos que más le llamaron la atención al más pequeño de la familia:

Las luces de Times Square

Una expresión de asombro seguida de un “ohhhhhh” se dibujó en su cara (a veces nos preguntamos si tanta luz no sería demasiado estimulante para él). El caso es que cada vez que pasábamos por Times Square, se quedaba hipnotizado mirando todos los carteles luminosos.

Si fue demasiado o no nunca lo sabremos, pero que le encantaban esos neones de todos los colores anunciando musicales, restaurantes, teatros o tiendas gigantes de todo tipo, era indiscutible.

Los miradores y el ascensor que te lleva a lo alto de la terraza del Top of the Rock

¿Bebés y alturas? ¿Serán una buena combinación? Lejos de producir en él alguna sensación de vértigo, observar la ciudad desde las alturas no pareció darle ningún miedo.

Más bien lo contrario. Ver los coches como hormiguitas desde arriba fue el incentivo definitivo para lanzarse por fin a decir adiós con la manita.

Aunque reconozcamos que todo el mérito no fue de las alturas porque ya había hecho algunos tímidos intentos de decir adiós recorriendo en río Sena en los Bateaux Parisiens.

A las vistas hay que sumarle el contador de pisos que cambia de colores dentro el ascensor acompañado de una música emotiva a la que terminó dando un aplauso y un “¡uauuuuuuh!” (con las consiguientes risas de todos los presentes).

Siendo sinceros, hubo unos cuantos adultos que también alucinamos con lo mismo.

Los pic-nics en los parques

Hemos conocido Nueva York en varias estaciones y cada una de ellas hace la ciudad especial por diferentes motivos. La decoración navideña, las pistas de patinaje sobre hielo y los alucinantes escaparates que se montan en invierno son todo un espectáculo. Como contrapartida, disfrutar en primavera y verano de la vida que tienen los parques públicos es un gustazo.

Por eso, nada más llegar, nuestro primer objetivo fue hacernos con algún tipo de tela grande que hiciera las veces de mantel, manta de juegos y espacio de siestas al medio día.

Comprar comida en alguno de los cientos de Worldfoods que hay salpicados por la ciudad e irnos a explorar la vida de los parques, fue una forma de hacer un paréntesis en medio de las visitas diarias que Koke agradecía escapándose de la manta para comerse el césped en cuanto tenía oportunidad.

Desde nuestra tela, tuvimos la oportunidad de presenciar en primera fila varios partidos de béisbol, clases de yoga y hasta esos famosos skaters que se juntan para bailar desde hace años en Central Park.

 

Los yankees

A priori, Nueva York no es una ciudad pensada para los niños. Pero eso no significa que pensemos que no hay que llevarles. Hay muchísimos planes que hacer con ellos, pero también muchos coches, un metro con pocas rampas o ascensores en los que subir el carro y restaurantes que no siempre tienen tronas para los más pequeños. Aun así, hay algo que inclina la balanza a favor de la idea de elegirla como un destino interesante para visitar con un bebé y ese es “ellos”. Nueva York no será una ciudad para los bebés, pero a los neoyorkinos les encantan. Quizás precisamente porque no hay muchos, bastantes fueron las personas que se acercaron con un cariñoso “take five” o que directamente se agachaban a su altura, le miraban a los ojos y le soltaban un “how are you baby?” o un “I like your t-shirt baby!”

Si se acuerda o no de todo lo que vivió paseando por Nueva York a sus 8 meses, nos parece lo menos importante. Estamos seguros de que en el momento, disfrutó con todas estas experiencias.

De todas formas, es una ciudad tan viva, tan llena de planes y cosas que ver, que no importa el número de veces, la manera o el tiempo que la visites. Siempre te quedarán muchas excusas para volver. Y si una de ellas es que tu primera vez fue con 8 meses, bienvenida sea.

¿O es que la capacidad de emocionarnos con todo lo que nos rodea no es lo que precisamente nos hace más humanos?

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Después de un mes recorriendo las calles de Nueva York, aquí van los momentos que más le llamaron la atención al más pequeño de la familia.

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