¿Nunca sentiste que podías pararte en la punta de un pasto largo sin que se doble? y de ahí tirarte como por un tobogán, para ser impulsado a los brazos de alguien que te murmura algo. Y luego sos vos quien abraza y murmura. El pedazo de carne y músculos que esta detrás de las costillas empieza a hacer lo suyo de forma acelerada. Sangre, y algo de humo, todo deslizándose con suavidad, pero dejando huella; acariciando con violencia el agua que te forma. Todo lo complejo se esfuerza para crear lo simple.
Mirás al cielo, y ves sonrisas. Mirás al suelo, y te ves enterrado, metiéndote barro desmenuzado por la naríz, comiendo raíces, aferrándote con tus dedos al fondo de la madriguera de los topos. Tus piernas salen hacia afuera, y unos chicos juegan con ellas (¿tus hijos?). Te sacan a la fuerza. Te reís. Sos uno de ellos. Te sacás los mocos y desviás tu mirada al sol que se va.