Viaje a Egipto: Valle de los Reyes, Luxor, Karnak y más

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

El día empezó fuerte. La noche anterior habíamos acabado de cenar a las 12 y pico de la noche y teníamos que levantarnos a las 4:45 para empezar las excursiones. No llegué a oír la alarma porque la llamada a la oración era a las 4:30.


Lo que íbamos a ver era de lo que más me interesaba, porque se trataba de los alrededores de lo que fue la antigua Tebas y fue una zona importante para el Imperio Nuevo, así que estaba muy emocionada.

Tras un desayuno apresurado, nos metieron en una barca para cruzar el río Nilo a la orilla oeste, que es la orilla relacionada con la muerte y los monumentos funerarios. La barca tenía música de farándula española (la bomba de King África y cosas similares), suerte que el trayecto solo duraba una canción.

La primera parada fue para ver los Colosos de Memnón. Miden 18 metros de alto, parecen gritar por el viento a través de sus grietas y llorar debido a la condensación del agua. Parada fotográfica más que nada, había vuelos en globo pero no los teníamos incluidos y el programa estaba más que apretado.

Este templo siempre me había parecido bastante compacto y poco fotogénico, pero la verdad es que visto de cerca impresiona y las capillas dedicadas a los diferentes dioses, así como cada uno de los tres niveles, me parecieron muy impresionantes.

Una de las curiosidades de este templo es que se intentó borrar la memoria de su creadora porque acaparó el poder vistiéndose de hombre y creando una mitología sobre su concepción. La verdad es que Hatshepsut es una faraona que me llama mucho la atención, e hizo grandes cosas a pesar de que nuestro guía intentó minusvalorarla.

Después, tocaba la visita al Valle de los Reyes. Intenté convencer al guía para que hiciéramos una parada en el Valle de las Reinas y así poder ver la tumba de Nefertari, a pesar de qué es carísima. Pero no coló, mala suerte.

Con la entrada al Valle de los Reyes puedes entrar en tres tumbas, la de Tutankamón se paga aparte por el equivalente a más o menos 15 €. La verdad, los pagué aún sabiendo que no merecía la pena, y desde luego que no la merece: está la momia, pero solo queda una pared pintada, ya que el resto de los tesoros están en El Cairo.

Las otras tres tumbas que visitamos son de las más decentes: la de Ramsés III, la más larga y bonita, y las de Merenptah y Ramsés IX. Aunque debo decir que el calor casi me deja allí. Estábamos a más de 40 grados en el exterior y, para nuestra sorpresa, en las tumbas hacía mucho más calor, hasta el punto de salir fuera y sentir fresquito.

Yo conozco bastante de la historia de Egipto y mucho sobre sus tumbas, así que sabía lo que estaba viendo y lo iba a contando los demás, pero la verdad es que, para el viajero medio, no sobraba un poco información y contexto sobre el faraón al que estaba dedicada a la tumba y la iconografía que podías encontrar dentro.


Tras visitar todas las tumbas y esperar por dos pesados más de media hora, volvimos a Luxor para ver su famoso templo. Las estatuas monumentales de Ramsés II, las escenas de las paredes del templo y todas sus salas sin duda merecían una visita mucho más larga.

Era toda una impresión estar ahí por fin y ver las cosas al natural; las fotos engañan mucho, pero en este caso es tan impresionante como parece. Igual sucede con Karnak, es la joya de la corona de esta zona y no es para menos: el bosque de columnas de la gran sala hipóstila (con más de cien columnas monumentales) es alucinante y se pueden echar horas admirando ese esplendor.

Por desgracia, no teníamos tanto tiempo: los estómagos rugían porque llevábamos desde las 5 de la mañana sin probar bocado y eran casi las 3 de la tarde. Debido a esto, el guía nos pasó a toda velocidad por los puntos más conocidos, pero no nos acercamos a muchos otros que no me gustó perderme. Habría preferido comer más tarde, o no comer, para poder verlo con más calma y sentí no tener más tiempo en Karnak, o poder pasear por la avenida de esfinges.

Volvimos al barco para comer y luego partió, dejándonos toda la tarde de tiempo libre. La cena fue bastante tarde para el día que llevábamos, pero no me la podía saltar porque nos tenían que decir la hora a la que había que levantarse al día siguiente. Fatal organizado, vamos.

El viaje los días siguientes y más...


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