Viaje a Grecia 3: Meteora

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

El tercer día había que asumir que era toda la mañana en el autobús. Literalmente porque, salvo por una parada técnica, no nos detuvimos hasta el restaurante en la hora de la comida.

No estaba muy motivada, la verdad, porque yo me fui a Grecia a ver ruinas antiguas y los lugares de la cultura clásica, no monasterios. Pero la verdad es que el sitio me encantó. Ya desde el restaurante, que estaba bastante bien, tuvimos unas vistas que eran un buen anticipo de lo que íbamos a encontrar: un paisaje casi de cuento.

Monasterios de Agyós Varlan y Agyós Estéfano en Meteora.

Las formaciones rocosas de Meteora son todo un espectáculo, y los monasterios están siempre en su cima, muy inaccesibles y al filo del acantilado.

Visitamos dos de ellos: Agyos Varlan (de monjes) y Agyos Estéfano (de monjas). Y aquí toca dar un consejo a las mujeres viajeras, porque en ambos te hacen llevar una falda o algo que parezca una falda (yo use mi fular). Si no la tienes, debes comprarla en el primero (es feísima), en el segundo te la prestan.
A nivel arquitectónico, me gustó más Agyós Varlan, pero Agyós Estéfano es muy cuco. Las vistas de cada uno no pueden ser más distintas: el primero da a las rocas (aunque hay que subir unas cuantas escaleras para llegar) y el segundo a la llanura (es más accesible).


Ambos tienen un pequeño museo y, en Agyós Varlan, hay también un curioso barril de cerveza de 12000 litros. En ese monasterio, por cierto, el baño es un agujero en el suelo, así que mejor no entrar salvo fuerza mayor. No me atreví a buscar el baño en el otro.
Aparte de los monasterios, nuestro conductor tuvo el detalle de parar en una zona complicada para que accediéramos a un mirador desde el que se ven cinco monasterios diferentes en ese entorno privilegiado. Había que hacer un poco la cabra para llegar a las mejores vistas pero merecía la pena.

Explorando Kalambaka


Antes de ir al hotel, también visitamos un taller en el que se fabrican iconos y nos explicaron cómo se hacen (también tenían tienda de souvenirs, de ahí el negocio).

El hotel estaba en Kalambaka y todavía quedaba tiempo libre antes de la cena, así que fui a explorar el pueblo. Es un poquito decepcionante porque no tiene nada (típico pueblo que ha surgido gracias al turismo de senderistas y visitantes de los monasterios pero que ha crecido sin ningún encanto) y está poco animado, aunque hay un par de iglesias que no están mal y tampoco pasamos mucho tiempo ahí.

Sobre el hotel Antoniadis


Algo mejor que los de Atenas, pero sigue sin tener la categoría de estrellas que dice que tienen. Yo le pondría tres como mucho, aunque no estaba del todo mal.


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