Viaje a Holanda: La Haya y Ámsterdam

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

La Haya es una ciudad muy europea, sin nada que la haga famosa más allá del Tribunal Internacional de la Haya, albergado en el Palacio de la Paz, un edificio ecléctico con componentes donados por varios países, que resulta muy bonito y merece la pena ver.

No obstante, aunque no tiene mucha fama más allá de eso, me gustó mucho la ciudad. Hay muchas embajadas en antiguas mansiones y el parlamento es una buena vista, además de tener una galería comercial de las que me gustan, que en este caso estaba decorada con sombreros de todo tipo colgando sobre las cabezas.


Así que fue un paseo bonito durante el rato de tiempo libre que nos dejaron mientras el resto del grupo iba a una excursión que no me interesaba, el Madurodam, una exposición de maquetas.

Qué vergüenza...

Y ahora la anécdota vergonzosa del viaje. Me entraron ganas de ir al baño, pero todo estaba cerrado. Encontré un baño público de esos modernos que van todos automáticamente. Pero no se debió cerrar bien la puerta y justo cuando ya lo tenía todo bajado se abrió la puerta de golpe. Menos mal que no había mucha gente por ahí, menudo espectáculo. 😳


Tras la visita a La Haya, viajamos hasta Ámsterdam, donde empezamos con un tour panorámico en el autobús, ya que parece ser que no permiten los tours a pie con guías. Vimos sobre todo la calle principal y ya desde el primer momento me dio la sensación de que es una ciudad bonita para pasear, pero sin nada que me pareciera especial (aparte de los museos, que no daría tiempo a visitar).

Luego fuimos a comer al restaurante de la estación, que es bastante lujoso y con buenas vistas, tras lo cual tuvimos un poco de tiempo libre antes de subirnos al barco para el paseo con los canales, que aprovechamos para visitar la preciosa Basílica de San Nicolás, con una mezcla de estilos muy interesante.

El tour en barco por los canales estaba bien, tenía guía en todos los idiomas y el conductor también hacía sus aportaciones en inglés. Se ven las partes más importantes de forma rápida, aunque no del todo cómoda si quieres hacer fotos.


Luego tuvimos algo más de tiempo libre, así que fuimos al Barrio Rojo, una decepción porque parece un barrio normal, aunque allí me compré un chupa-chups de marihuana, por probar. Quizás de noche el Barrio Rojo sea otra cosa, pero a media tarde solo encontré muchos turistas y poco ambiente.

Seguimos hasta la plaza Dam, con iglesia Nieuwe Kerk, el Palacio Real y el Monumento Nacional. Aun así, quise seguir un poco más y llegué hasta la Munttoren antes de tener que dar la vuelta porque nos llevaban al hotel, en la otra punta de la ciudad.

Me pareció una estupidez, la verdad. Podrían habernos dado la llave y dejar las maletas en consigna para que nos gestionáramos como quisiéramos. Y más si tenemos en cuenta que tuvimos un rato para dejar bártulos antes de pillar el bus para cenar, otra vez en el mismo sitio. Vamos que, entre ir y venir, perdimos una preciosa hora que podríamos haber dedicado a visitar la ciudad.

Del centro de Ámsterdam ya no vi nada más, porque al día siguiente nos dejaron muy tarde en el hotel y estaba demasiado cansada como para pegarme una paliza en tranvía para volver al centro y estar apenas una hora antes de tener que volver para el hotel. Así que paseé por la zona, residencial y repleta de canales, pero sin historia. Una pena. Habrá que volver, aunque solo sea por los museos.


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