Este viaje a Japón no fue nada típico en su comienzo. Una de las causas fue que uno de nosotros iba con el dedo del píe roto y por lo tanto tuvimos que organizar todo con especial cuidado para que no nos diésemos grandes caminatas.
Para no empezar fuerte, pedimos en el aeropuerto de Madrid la asistencia para personas discapacitadas. Hasta ahora, nunca había viajado de esta forma y fue una experiencia curiosa.
En Madrid tuvimos que dividirnos en dos ya que solo una persona podía ir acompañando al de la silla de rueda. Esto hizo que nos separásemos y nos encontrásemos de nuevo en la puerta de embarque. Nosotros hicimos el típico trayecto, mientras que nuestras dos compañeras fueron en furgoneta.
La llegada a Dubai
El viaje en Emirates fue perfecto como ya comenté y no pusieron ninguna pega por las muletas (supongo que es la norma general). Lo único es que en el mostrador de Emirates nos indicaron que avisásemos a la tripulación de cabina con tiempo suficiente para que hubiese una silla esperándonos al llegar a Dubai donde hicimos escala. Así actuamos y al llegar a Dubai nos encontramos con la típica escalera que si lo sumamos a la extrema humedad que había no era la mejor forma de bajar.
Comentamos el incidente a la tripulación y nos dijeron que no había ningún problema, pedirían otras escalera y mientras podíamos esperar en el avión hasta que llegase esta. El problema es que iba a tardar 45 minutos y nuestro vuelo salía en dos horas. Al final, nuestra compañera pudo bajar la escalera sin grandes problemas mientras nosotros le ayudábamos con las maletas y una azafata la iba acompañándo en todo momento.
Una vez que llegamos a la terminal de Dubai había varias personas con sillas de ruedas esperando a cualquier viajero que la necesitase. Una vez que te sentabas en una de ellas te llevaban a un mostrador donde el trabajador rellenaba unos papeles y ya se disponía a llevarte por un aeropuerto que es una especie de centro comercial.
Aquí no tuvimos que separarnos para pasar un control (algo que agradecimos porque había mucha cola). El paseo por el aeropuerto de Dubai fue interesante, en parte por no conocerlo y también por ir en los típicos cochecitos que se ven en los aeropuertos. Gracias a ello llegamos a nuestra puerta con una hora de antelación por lo que la persona que nos acompañaba nos dijo que podía llevarnos de tiendas. Rechazamos la opción y nos quedamos esperando nosotros cuatro y el hombre que empujaba el carrito mientras se acercaba la hora del embarque. A la hora prevista embarcamos de forma rápida y sin separarnos por lo que fue perfecto.
La llegada a Narita
Uno de mis temores del viaje a Japón fue que no me sorprendiese tanto como la primera vez, la verdad es que fue un temor fundado y me di cuenta tal y como bajé del avión. Allí nos esperaba un japonés que llevó a mi hermana por el aeropuerto de Narita pero de una forma especial: cada vez que giraba, aceleraba o frenaba hacía los sonidos de un coche ¡Supongo que era su forma de pasar el rato!
En la zona de control, sí que tuvimos que separarnos en grupos de dos pero el japonés nos evitó la cola al meternos por un paso privado y luego pedir al resto de turistas que esperasen ya que teníamos prioridad. Una vez pasado el control, nos dirigimos a recoger las maletas y le preguntamos cuál sería la mejor opción para llegar a nuestro hotel.
El hombre se acercó a la taquilla de tren y estuvo hablando con ellos sobre el asunto. En un rato se acercó y nos indicó que se iba a ir a la taquilla de los autobuses para comprobar otras posibilidades. A la vuelta nos indicó que lo mejor era el tren y así lo hicimos.
Nos acompañó hasta la entrada de la estación (10 metros de donde estábamos) y allí otro japonés estaba esperando como relevo por ser otra zona. Nos despedimos de nuestro guía por el aeropuerto y nos fuimos con el nuevo hasta la vía del tren. Una vez que llegó el tren, el hombre puso una pequeña plataforma entre la vía y el vagón para empujar la silla de ruedas hasta el asiento.
Una hora después cuando estábamos llegando a la estación de Tokio (no sé a qué estación porque todo esto lo habían planeado antes), recogimos nuestras maletas y justo antes de que parara el tren vimos que había otro japonés con una silla de ruedas esperándonos. El nuevo guía nos llevó por la nueva estación durante unos diez minutos hasta llegar a otro tren o metro (con el sueño del viaje ni me enteré). Aquí nos volvimos a sentar pero por poco tiempo ya que el trayecto fue corto.
Nuestra sorpresa aumentó cuando vimos que otro japonés estaba ya preparado con su silla de ruedas listo para llevarnos otra vez hasta nuestro próximo vagón. La escena se repitió y al llegar otro japonés estaba listo para guiarnos hasta la salida del tren. Él ya sabía que teníamos que ir en taxi por lo que nos llevó directamente hasta la parada y allí le explicó al taxista dónde teníamos que ir.
Sin duda, fue una experiencia distinta y sorprendente al estar todos ellos en constate momento avisados del vagón en el que viajábamos y el lugar al que teníamos que ir. En ningún momento tuvimos que esperar para que llegase la silla de ruedas ni tuvimos que indicar nuestro destino.
Únicamente la última persona nos preguntó la dirección exacta para indicársela al taxista. Una vez que llegamos a nuestro hotel pudimos descansar de un viaje extremadamente largo.
El resto del viaje por Japón nos pudimos mover siempre con escaleras mecánicas o ascensores en nuestros trayectos. El único sitio que vimos que sería complicado de visitar fue Nikko y el castillo de Hikone cuyas empinadas escaleras nos acobardó incluso con la ayuda de muletas.
El resto de viaje fue más o menos llevadero y lleno de sorpresas