Amanecí en Castellón sin saber muy bien que es lo que iba a hacer en el día. En Internet no daban muchos planes, salvo que te fueras de la ciudad. Así que fui al punto de información turística para que me informara. Me dieron un plano en el que me enseñaron qué era lo más importante del centro y una hoja de papel en la que venían los monumentos y museos más importantes, la mayoría de los cuales estaban cerca de la Plaza Mayor, que era dónde estaba la oficina de información turística junto a la concatedral de Santa María, el Mercado Central, el ayuntamiento y el Campanario El Fadrí.
Lo primero que hice fue subir al campanario El Fadrí, en el que confirmé que no estoy nada en forma. Allí arriba, pude comprobar el casco histórico de Castellón se limitaba a un área muy pequeña. Después entre en la Concatedral de Santa María, tras lo cual me fui al parque Ribalta, donde había señalizado donde había un cenador y cerca estaba la plaza de toros. También vi el edificio de Correos y bajé a la Puerta del Sol, muy lejos de la de Madrid, y al teatro principal.
Llegada ese punto, ya había cubierto prácticamente todo lo que me habían señalado en el mapa, así que decidí aventurarme hasta la playa en transporte público. Es un recorrido que no recomiendo hacer de otra forma, porque ni hay vistas ni me parecen del todo seguros según qué cruces. Primero vi el pequeño faro y el puerto deportivo, tras lo cual me fui a pasear por la playa y por un barrio que calificaban como de mucha personalidad. Imaginé que tendría el encanto de un pueblo de pescadores, pero resultó que era una urbanización de playa corriente.
Volví a meterme en el autobús y me encaminé hacia el Museo de Bellas Artes. Tiene un poco de todo, aunque en la parte de bellas artes no tienen casi carteles explicativos. Lo que más me gustó, de hecho, fue la parte del sótano en la que había una especie de exposición sobre arqueología y tecnología en la antigüedad, con varios escenarios montados. También había una exposición de títeres, pero estaba en Valenciano sin traducir.
La última parada del día fue el museo etnológico dónde también había varios escenarios y colecciones de objetos de uso común entre la población de hacía unos siglos. Para cuando salí ya era noche cerrada y no quedaban museos abiertos (aunque de los que había en la hoja vi casi todos, salvo el refugio antiaéreo y alguna cosilla más), así que di por finalizada la jornada.
Al día siguiente tocaba ir a Peñíscola, pero al siguiente me quedaba una mañana más en Castellón, aunque no logré ver nada nuevo.
--------------------------------------------------------------------------------