Viaje a la memoria histórica

Publicado el 25 febrero 2011 por Javiersoriaj
“Cuando parece que no queda nada, quedan los principios” (Don Durito de La Lacandona) 

En toda España hay un debate sobre la memoria histórica. Particularmente, l@s dirigentes de nuestra Comunidad de Madrid apuestan claramente por una memoria determinada, que obviamente no es por la que yo abogo.
Vamos a ver ahora cuál es la memoria contra la que se combate, ejemplificada en lo ocurrido en 2008, cuando el ejecutivo de Esperanza Aguirre eliminaba dos cursos de formación de profesores en la Comunidad: uno en El Escorial, dedicado a la Educación para la Ciudadanía; y otro en Fuenlabrada, que versaba sobre Experiencias de Historia Oral en el aula, y cuyo trasfondo incluía apartados de la memoria histórica. En El País del 1 de abril (de 2008, claro) puede verse el trasfondo en un artículo titulado “Aguirre anula un curso sobre memoria histórica” (se puede ver recogido en http://www.madridiario.es/2008/Abril/madrid/madrid/68280/memoria-historica-aguirre-fuenlabrada-serafad-anulacion.html)

Al final ese curso fue realizado en mayo con la colaboración de la Junta de Distrito del Barrio de Loranca. Una de las ponencias presentadas exponía un audiovisual con el trabajo realizado en el instituto Salvador Allende con grupos de 4º de ESO, en relación a un “Viaje a la memoria histórica”. No dispongo de ese audiovisual, pero sí de la presentación que hicimos dos profesores de este instituto, de la cuál os pongo mi parte, que sólo modifico con algunas precisiones del contexto del momento.

“La ponencia que venimos a presentar hoy es el resultado de un proyecto, realizado colectivamente por el conjunto del Departamento de Geografía e Historia, que planteamos el curso pasado para tratar de acercar a nuestro alumnado de 4º de ESO a una etapa fundamental para conocer nuestro presente y poder valorar la realidad social en la que vivimos, y que siempre, por unas u otras causas, queda relegada a poco más (en el mejor de los casos) que unas pinceladas, casi siempre más descriptivas que explicativas. Sin embargo, es absolutamente necesario conocer el tiempo presente, la historia más cercana. La etapa de la transición, de hecho, marca nuestras vidas, ya que configura la sociedad actual en prácticamente todas sus dimensiones. No cabe duda de que se ha avanzado en muchos temas, pero otros muchos siguen pendientes de ser evaluados desde otras ópticas, más críticas, que ayuden a borrar esa historia de “hechos modélicos” que muchas veces se transmite en nuestras aulas y en el conjunto de nuestra sociedad. La transición fue sin embargo un periodo de luces y sombras. Y el problema es que la mayoría de las veces, las “luces” se han ido haciendo cada vez más brillantes, mientras las “sombras” son cada vez más impenetrables. 
Y así, desde nuestra posición, no ya de historiadores, sino mucho más modesta, de profesores de Historia, tratamos de acercar realidades cercanas, trascendentales para nuestro tiempo y todavía no suficientemente valoradas. Una simple ojeada a los libros de texto de Geografía e Historia de 4º de ESO nos permite ver que hay un tono laudatorio, en el que se ensalzan los “logros”, pero en el que hechos decisivos, como el que nos ocupa, suponen, en el mejor de los casos, una línea en el texto. 

Lo que hemos planteado es un estudio de la transición española a la democracia a partir de un hecho decisivo: la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977, que sirve como hilo conductor para ver aquellos momentos convulsos. Tiempos difíciles para muchos y muchas, que lucharon por dar al conjunto de la sociedad unas libertades de las que ellos y ellas habían carecido. Y, sin embargo, en buena medida han caído en el olvido. La transición parece que debió poco a aquellos y aquellas que lucharon por la democracia en las calles o desde su puesto de trabajo (como es el caso de los abogados), aunque quizá deberíamos insistir en que Franco murió en la cama, pero el franquismo murió en la calle. Mientras algunos se colocaban las medallas y daban la vuelta a la chaqueta con naturalidad, el pueblo tenía poco que decir. Eso sí, hasta que gritó, desde el silencio, en aquella concentración multitudinaria para despedir a los abogados asesinados. Un hito fundamental, poco valorado. 
La experiencia la hemos articulado como un viaje, que refleja diferentes aspectos: viaje a la memoria reciente, con todas las connotaciones que tiene el hecho de viajar, de conocer, de tratar de valorar lo que se encuentra, de tomar conciencia de la diversidad…; y viaje al aprendizaje y al conocimiento, desde la búsqueda propia de la información por el alumnado, la valoración de hechos a partir de una película [7 días de enero, de J.A. Bardem], al testimonio directo de la conferencia [de Alejandro Ruíz-Huerta, uno de los sobrevivientes], la visita al lugar de los hechos… 
Lo principal de nuestro trabajo ha quedado plasmado en un audiovisual, que es el que hemos venido a presentar, o más bien a compartir, aquí. Así pues, no vamos a extendernos demasiado en esta presentación, si bien sí queremos dejar esbozadas algunas cuestiones en relación a la memoria histórica (…). 
  
Memoria histórica, ¿por qué?: estamos inmersos en un debate sobre la memoria histórica. Debate que se puede plantear desde muchas ópticas, y que de hecho debería empezar por su propia definición. No es éste el momento de hacerlo, si bien sí queremos señalar algunas cuestiones que nos parecen interesantes. Este mismo año, de cara a la conmemoración de 1808, la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad, publica un libro, que se reparte gratuitamente por los institutos de Madrid. En el nuestro llegaron más de 1000 ejemplares. En el prólogo, escrito por Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, y también de la Fundación, se lee: “El Dos de Mayo fue la primera manifestación contemporánea del sentimiento común de los españoles de pertenecer a una nación y la primera vez que los españoles tomaron conciencia de ser ellos mismos los protagonistas de su propia Historia y los dueños de su propio destino. Por eso mismo, puede decirse que la Nación Española contemporánea, que es la suma de las voluntades libres e iguales de todos los españoles, tiene su origen en el levantamiento del Dos de Mayo”. Mientras, Alejandro Ruíz-Huerta, sobreviviente del atentado de Atocha, titulaba su libro, escrito 25 años después de los hechos, La memoria incómoda. Señalaba que era “un título acaso inquietante, pero que es referencia de todo lo que significaron aquellos hechos en el umbral de la transición”. Y sin embargo, una memoria se potencia institucionalmente en nuestra Comunidad, y la otra trata de ser silenciada (este curso es prueba fehaciente de ello). ¿Diferentes memorias? ¿Diferentes intereses en relación a para qué sirve la memoria?   
Es evidente que, pese a que la historia no es un conocimiento valorado en general, es el marco de los debates educativos más importantes. Forma el pensamiento, y así, forma sociedad. No es baladí que el famoso Decreto de Humanidades levantara tanta polémica, que no se da en asignaturas (¿disciplinas?) que no tienen el componente de formación de conciencia social, nacional… que tiene la nuestra. El texto antes citado, y su difusión, es clara muestra de qué ideas tratan de inculcarse desde las instituciones. Nuestro trabajo es clara muestra de cómo tratamos de impulsar el pensamiento crítico y la adquisición de conocimientos por parte del alumnado.
  Y es que, para nosotros, recogiendo lo que entre otros muchos y muchas afirma Reyes Mate, “la memoria es un compromiso ético”. Así, no debe servir para instrumentalizar nada, ni para adoctrinar. Debe servirnos para acercarnos con objetividad (que no con neutralidad), siguiendo la ponencia de apertura de Ángel Viñas, a los hechos. Y, como profesores y profesoras, para que nuestro alumnado comience a hacerlo también. Compromiso ético que se extiende por tanto a nuestra realidad actual. Tratamos de crear ciudadanos y ciudadanas, y no mera mano de obra para el mercado. Y para ello, es fundamental inculcar los valores que acompañaron determinados momentos, y que están presentes en nuestra forma de abordar el pasado reciente, y también en la forma de tratar de negar su importancia que se hace desde “otros sectores”.
  Éstos nos recuerdan continuamente que falta mucho por hacer. Ejemplo claro es el lugar en el que estamos [como ya se ha dicho, el curso fue anulado, y posteriormente se celebró en Loranca]. Y, con todo, con pequeños aportes, algo se va logrando. En el epílogo de la obra de Alejandro Ruíz-Huerta señalaba que “25 años después podemos decir que hemos pasado de la memoria silenciada a la memoria germinada”. Y ahí debemos estar, regando esos brotes que van germinando a fin de que no se marchiten y vuelvan a quedar relegados al silencio y al olvido. Tratándolos con mimo, y tratando de no caer en los mismos vicios que se utilizan cuando se trata de rescatar otros tipos de “memorias”, más lejanas, y más cercanas al mito que a la verdad histórica.
  Por otro lado, reivindicar la memoria histórica como una necesidad en sí misma. En su primer debate preelectoral en televisión con J.L. Rodríguez Zapatero [eran momentos de elecciones generales, y se dieron varios debates televisados entre los candidatos de los dos partidos mayoritarios], Mariano Rajoy calificó literalmente a la memoria histórica como un entretenimiento o una ocurrencia”. Es claro que no es así. De serlo, de hecho, no se atacaría como se hace.
  En un artículo en El País, Félix Santos nos recordaba que, frente al posicionamiento que ataca la necesidad de conocer los hechos de nuestro pasado reciente, “es una necesidad ineludible conocer y recordar sin falsificaciones un pasado que, guste o no guste, sigue proyectando sus luces y sombras sobre el presente, y sobre el porvenir”. Y nuestros alumnos y alumnas son ese porvenir. A ellas y a ellos ha ido dirigido todo el esfuerzo. De la mano de lo que escribía Paul Eluard: si el eco de su voz se debilita, pereceremos” hemos tratado de regar esos brotes para que puedan germinar. Hemos tratado también de “dar voz”, para que se escuche, en este caso a todos aquellos que “gritaron en silencio” en aquel despido multitudinario a los abogados asesinados.
  Para finalizar, recogemos un fragmento del discurso de Juan Gelman en la recogida del premio Cervantes [le fue concedido este 2008], que sintetiza buena parte de lo que hemos querido transmitir: “dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aun no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido ciudadano (…) Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad quieren la destitución de su pasado en particular”. 
  Como decía Eduardo Galeano, somos muy conscientes de la necesidad de esa memoria: los ancianos y los niños son felices; unos han perdido la memoria, y otros todavía no la tienen; yo, esa felicidad, no la quiero”.
  Y damos paso al audiovisual…” 
Javier Soria
Departamento de Geografía e Historia del IES Salvador Allende de Fuenlabrada
  
  Y, cómo no, volvemos a por la última reflexión a la Selva Lacandona. En el 1er. Coloquio Internacional in memoriam Andrés Aubry, celebrado en diciembre de 2007, el sup hace 7 ponencias bajo el título genérico Ni el Centro ni la Periferia. Recojo una pequeña cita de la parte 6ª, titulada “Mirar el azul. El calendario y la geografía de la memoria”:
  “No pocas veces hemos dicho que nuestro alzamiento zapatista es contra el olvido. Permítanme entonces hacer un poco de memoria.
  Hace unas lunas, de paso por una de las zonas del irregular territorio zapatista, nos reunimos un grupo de oficiales insurgentes y Comandantes y Comandantas para ver algunos problemas (…) A la hora de llegar a las responsabilidades llegábamos a un hoyo negro. 
  ‘La problema’, dijo uno de los oficiales insurgentes, ‘es que nosotros no muy nos acordamos cómo mero fue. Pero los pueblos sí lo acuerdan todo y están encabronados porque no se les dan cuentas’.
  ‘Esa es la problema. Los pueblos no olvidan nada’
.

  Lo que iba a decir yo, lo dijo otro oficial:
  ‘¿Cómo que eso es la problema? Al revés, eso es nuestra fuerza. Si los pueblos olvidaran, ¿acaso estarían en la lucha?’”.