DESTILERÍAS ALTOSA Y BODEGAS VERUM DE TOMELLOSO
EL LUGAR Y SUS VINOS
Navego literalmente a través de un mar de viñas, donde el horizonte se desdibuja sin que la vista encuentre más referencia que alguna loma o las humeantes chimeneas de las alcoholeras, arrojando al aire claro de la mañana enormes columnas de vapor, que se postran en un forzado ángulo recto que indica que ahí fuera debe de haber grajos volando muy, pero que muy bajo. Abandono la carretera que tiene el acertado nombre de “Autovía de los viñedos” y entro en la célebre localidad de Tomelloso, donde al parecer no hay calle, establecimiento, colegio o industria que no tenga que ver o haga referencia al mundo del vino y al subproducto que le ha dado fama más allá de nuestras fronteras: El alcohol vínico. La primera sorpresa para el no avisado, sobreviene al encontrarse con factorías en cuya entrada se puede leer:”Domecq”, “Terry”, “Osborne” o “González Byass”. O bien el banco de niebla que había unos kilómetros atrás nos ha teletransportado convirtiéndonos en un caso para el mismísimo Iker Jiménez, o nos encontramos en la oculta trastienda del gran escenario jerezano. Muchos laboran en la sombra para que brillen las candilejas. La que no se oculta es la sensación palpable de encontrarse en un lugar próspero donde se crece y se vive de lo que da la tierra.
Son los maestros de la destilación, de las millonarias producciones de vino y de la investigación y el estudio de la vid y sus variedades. Un dato que luego me comentaron vino a corroborar mi impresión inicial: Tomelloso es una de las localidades españolas con mayor renta per cápita. Ni la política ni el esnobismo le han regalado nada para llegar a serlo. Eso sólo se logra a base de trabajo e innovación.
Ya puesto en situación, abandono la población por la carretera de Argamasilla de Alba y llego al complejo de Destilerías Altosa, dentro del que se enclava la bodega Verum, que cuenta con su propio taller de tonelería y una impresionante galería subterránea de envejecimiento.
El vino en cuestión, el futuro Verum Terra Airén, tiene personalidad propia y deja de lado exotismos conseguidos, como todos sabemos, a golpe de levaduras “plataneras” y técnicas de dudosa calidad. Se presenta como lo que es, sin mayores pretensiones: Huele a la variedad, tiene una boca franca y sin excesiva complejidad y deja un final de boca cítrico y frutal que denota la correcta madurez de la uva y una buena y prolongada maceración prefermentativa. Me parece un buen homenaje a una raza a la que la zona debe gran parte de su razón de ser. En mi corto escalafón de airenes catados, lo situaría por encima del Yugo y por debajo del Patio. Siento no tener más referencias, pero creo que tampoco debe haber muchas más que merezcan ser catadas.
La Sauvignon Blanc y la Gewurztraminer, componentes del Verum Blanco, por separado, bien pero conjuntadas por el enólogo, mejor. Ofrece un vino de nariz sumamente aromática y floral, de entrada y paso muy sedoso y glicérico, con la sensación alcohólica atenuada y un final de boca maduro y frutal donde los amargores se amortiguan para no molestar, pero siguen ahí para que la sensación de limpieza y ligereza invite a una segunda copa.
El Verum Tinto es un coupage de merlot, cabernet sauvignon y tempranillo, con un año de paso por sus novedosas barricas cúbicas y otro de botella, que se presenta con una nariz relativamente compleja que nos deja jugar a distinguir las variedades sin que la madera tome el mando del conjunto. Tiene una boca fácil de beber y un final de persistencia media que lo hace ideal para acompañar la gastronomía de la zona (migas, pisto o un buen cordero al horno).
Con respecto a la crianza en barrica, sorprende la genialidad que ha tenido la bodega a la hora de inventar un nuevo concepto de barrica: el Roccuve. Esto no es más (ni menos) que la cuadratura del círculo llevada al vino. Si no estuviera inventada, alguien tendría que hacerlo por su sencillez, practicidad y racionalidad de espacio, costes, horas de trabajo y ecología. A uno de los miembros de la familia propietaria se le ocurrió llevar el tetrabrick al mundo de la tonelería, ideando un cubo de madera de roble que fuese fácil de montar y desmontar, apilable sin depender del apoyo de las barricas de los lados y que una vez cumplida su función, pasara a ser una serie de tablas de roble rectas que tienen fácil reciclaje y empleo en la carpintería con usos ajenos al vinícola. El conjunto se rodea con una estructura metálica que da forma y consistencia al envase y permite formar torres de hasta 6 barricas, acumulando mucho más vino en menos espacio. Lo que más me gustó del concepto es que se quiere innovar respetando la esencia de la crianza en madera, manteniendo la primitiva idea de “meter el vino en madera” y no al contrario, como por desgracia se está haciendo últimamente en muchas bodegas.
De la Orquesta Sinfónica Verum, de ochenta y tantos miembros que ha creado y promovido la bodega y de sus aguardientes varietales hablaré en una próxima entrega.
Bodegas y Viñedos Verum. C/ Juan Antonio López Ramírez, 4 13.700 Tomelloso (Ciudad Real). Tlf.: 926 511 404.
Mail: info@bodegasverum.com
Web: http://www.bodegasverum.com/
Web Barricas: http://www.roccuve.com/