Viaje al interior de Galicia

Por Jmbigas @jmbigas

Ese viernes de Agosto me levanté prontito en Ponferrada, a tiempo para ver, desde el balcón de mi habitación, la desierta Plaza del Ayuntamiento (zona peatonal) surcada por un aguerrido motorista que iba sirviendo bolsas de churros calientes a las diversas cafeterías y bares de la zona.

Viñedos cerca de A Portela (concello de Vilamartín de
Valdeorras - Ourense).
(JMBigas, Agosto 2012)

Ese día debía llegar a Orense capital, donde tenía reservada habitación en el Hotel Princess, en el centro de la ciudad (Avenida de la Habana esquina a Curros Enríquez). La idea era pasar por la zona de Valdeorras (visitando un par de bodegas, y comprando algunas botellas) y seguir hacia la zona de la D.O. Monterrei (Verín, junto a la frontera portuguesa) y terminar en la ciudad de Orense. Lo primero que conviene tener muy claro cuando uno se dispone a entrar en Galicia en coche, utilizando los servicios de algún dispositivo GPS, es la extrema complejidad de la toponimia gallega. La población está muy dispersa y cada concello (municipio) tiene a su vez varias parroquias, aldeas y/o lugares. Ello conlleva un alto nivel de homonimia. En el mapa se puede ver el lugar al que queremos ir (a unos pocos kilómetros de donde estamos). Pero con ese nombre, la cartografía nos puede ofrecer hasta dos docenas de lugares con el mismo nombre, pero en concellos diferentes. Escoger un concello equivocado nos podría llevar a una ruta de más de 100 kilómetros, que nada tendría que ver con nuestros deseos. Para ir a cualquier lugar que esté fuera del centro urbano de los municipios, lo más recomendable es utilizar directamente las coordenadas de latitud y longitud, si se conocen. Para visitar alguna bodega, que está habitualmente en el campo, fuera de los núcleos urbanos, esto es especialmente cierto. Sin embargo, la gran mayoría de ellas no aportan este dato vital para localizarlas, en sus páginas web, o en las de la correspondiente Denominación de Origen. Espero que, por el bien del enoturismo, esto cambie más pronto que tarde.

Pequeño cementerio rural, en A Portela.
(JMBigas, Agosto 2012)

Me dirigí primero hacia O Barco de Valdeorras. Quería visitar la Bodega Virgen de Galir, que está a unos 5-6 kilómetros del núcleo urbano. Casi a ciegas, seguí por una carretera que parecía llevarme por el buen camino y, afortunadamente, la bodega estaba señalizada en los cruces y pude llegar sin mucho problema. Producen únicamente vino blanco de uva Godello y vino tinto de uva Mencía (las más habituales de la D.O. Valdeorras). Compré un surtido, que todavía reposa en el trastero/bodega de mi casa. Desde allí seguí camino hacia A Rúa de Valdeorras. El GPS (un ya antiguo pero excelente tomtom GO910) me llevó por unas carreteritas (muy) secundarias, lo que me permitió ver algunos lugares encantadores y muy poco frecuentados. En la zona de A Portela (concello de Vilamartín de Valdeorras) tuve ocasión de fotografiar un encantador cementerio rural, situado en una zona arbolada junto a uno de los abundantes ríos de la zona. En A Rúa de Valdeorras tenía anotada la Bodega A Coroa (La Corona), y esta vez la dirección era completa, con lo que llegué sin sorpresas. La Bodega ocupa un edificio antiguo con protección especial, pero está situada en un enclave preciosamente verde, con un césped muy bien cuidado, desde el que se divisan las laderas plagadas de viñedos, donde tienen sus plantaciones de uva blanca Godello (casi su única producción). El hombre de la oficina de la bodega, cuando le pregunté por la posibilidad de comprar alguna botella de los vinos que producen, abandonó su tarea, cerró la oficina, y me acompañó por las instalaciones principales de la bodega (la zona de recepción y clasificación de la uva, los tanques de fermentación, etc.) hasta llegar al almacén, donde escogí unas botellas de las dos variedades de vino blanco Godello que producen (el básico -ya excelente-  y el fermentado sobre lías). Me comentó que tienen una producción testimonial de vino tinto, a partir de unas cepas de garnacha que poseen, pero no tenía en ese momento para su venta.

Bodega A Coroa, en A Rúa de Valdeorras.
(JMBigas, Agosto 2012)

La mayoría de bodegas de la zona tienen su mercado principal en la propia Galicia, pero también venden en las principales regiones consumidoras de España (Madrid y Barcelona, en todos los casos). Además, casi todos se han preocupado de abrir mercados internacionales (los países del centro y Norte de Europa, Estados Unidos y, de forma recurrente, China como la gran promesa de mercado consumidor masivo). Desde A Rúa quería bordear el río Sil hasta Quiroga, ya en la provincia de Lugo y bajo la D.O. Ribeira Sacra, para visitar una bodega de esa denominación. El camino es muy bonito, pues el Sil avanza encajonado entre empinadas laderas y con abundantes instalaciones hidráulicas y de represa. Todavía no es la zona conocida como el Cañón del Sil, algo más adelante, como os contaré en el siguiente capítulo. La bodega que había elegido era la Val de Quiroga. Llegando al pueblo de Quiroga, fui incapaz de localizarla o de encontrar alguna señalización. Finalmente, pregunté en una gasolinera del pueblo, y allí me dieron razón. La bodega se encuentra sobre la antigua carretera, que la nueva autovía ha relegado a pura via de servicio y ocupa un edificio bajo de madera que parece del Lejano Oeste. Pude comprar una pequeña variedad de los vinos que producen, de nuevo centrados (aunque también tienen algunas otras variedades) en el blanco de Godello y el tinto de Mencía, con Denominación de Origen Ribeira Sacra. Para ir luego hacia Verín, deshice parte del camino y luego seguí hacia el Sur, por paisajes singulares de ríos y bosques. Cerca de Viana do Bolo paré para comer un Menú del Día en el restaurante del camping Aguas Mansas, junto al río Camba, en el llamado país do Bibei.

Río Sil, junto al Embalse de Santiago (Ourense).
(JMBigas, Agosto 2012)

En Verín quería visitar la Adega Tapias Mariñán (D.O. Monterrei), a la que conseguí llegar tras algunas dudas (ya me anoté en el tomtom su situación real, para poder llegar sin problema en otra ocasión). A esa hora temprana de la tarde estaban abriendo apenas la tienda. El responsable estaba hablando por teléfono con su importador alemán, que le pasaba un nuevo pedido de su blanco de uva Treixadura. Tuve ocasión de charlar un rato con él (con el responsable, no con el importador) para comentar los diversos vinos que producen en la bodega. Finalmente compré un surtido de tintos (Mencía) y blancos (Godello y Treixadura). Muy cerca de esa zona llana plagada de viñedos están las bodegas del modista Roberto Verino, ya camino del Castillo de Monterrei, que domina la comarca. Al desviarse de la carretera hacia el Castillo, habitualmente se encuentran varios coches aparcados, lo que sugiere, al que no lo conoce, que el resto del camino hasta la cima habría que hacerlo a pie. Pero no es cierto. El camino es bastante razonable, y es posible subir en coche hasta la explanada frente a la entrada al Castillo propiamente dicho. En general, el Castillo de Monterrei está muy bien conservado. Su Torre del Homenaje, cuadrada, se yergue orgullosa en lo alto de la colina. Hay una zona dedicada a Museo y también se puede visitar la capilla (si se coincide con alguno/a de los/as cuidadores/as, que la abre solamente si hay visitantes que la desean ver por dentro). Las vistas de toda la comarca de Verín, con sus viñedos, es esplendorosa desde diversas zonas del castillo. También se puede ver el Parador de Turismo, muy próximo al Castillo de Monterrei.

Interior del Castillo de Monterrei (Verín, Ourense).
(JMBigas, Agosto 2012)

Desde allí ya me encaminé hacia la ciudad de Orense (Ourense en gallego), el final de mi etapa para ese día. Llegué al hotel a media tarde (serían las siete). El Hotel Princess (cuatro estrellas algo escasitas) está en pleno centro. No dispone de parking propio, pero sí tiene dos o tres plazas en la calle para la carga y descarga del equipaje. Pero estas plazas no están frente a la entrada principal, sino a unos 50 metros, doblando la esquina y ya sobre la calle Curros Enríquez. Si se viaja en coche, se puede aparcar en un parking público próximo (el Juan XXIII), a no más de una manzana de distancia del hotel. Salí del hotel pasadas las ocho y media de la tarde (que estaba siendo muy calurosa), para un breve paseo hasta el centro antiguo de la ciudad. Bajando por la propia Curros Enríquez, se bordea el Parque de San Lázaro y se entra en la Rúa do Paseo, una calle comercial peatonal. Rebasada la calle de la Concordia se entra en la zona de bares y restaurantes. A la izquierda, por la pequeña calle de San Miguel, se llega a una placita, con una fuente (creo que su nombre oficial es Praza do Ferro) conocida como la de las tres calles (de la Paz, Lepanto y Viriato). Toda la zona es muy animada, y en cada casa hay un bar de tapas, restaurante o lo que sea para atraer al numeroso personal que deseaba esa tarde/noche comer y beber. Después de andar todo el día en el coche, no me apetecía cenar de pie, y busqué un restaurante para cenar sentado y atendido. En la propia calle San Miguel está el restaurante San Miguel, muy correcto y tradicional, que yo ya conocía porque allí había celebrado el banquete de boda un buen amigo algunos años antes. Preferí buscar nuevos aires, con bastante mala suerte. En la pequeña plazuela del Cid (o "Eronciño dos Cabaleiros") hay un bar restaurante, conocido como la Casa de María Andrea, que sirve tapas y bebidas en la planta baja y en la terraza sobre la misma plaza, y tiene un restaurante en la planta superior. Está ubicado en una gran casa del siglo XVI, que perteneció a los Armada, con una gran balconada corrida de madera en la primera planta. El restaurante está diseñado en estilo moderno y es muy agradable. Pero el servicio resultó descuidado y la cena mediocre en su conjunto. Seguramente tuve la mala suerte de cenar mal en una ciudad donde eso es casi imposible.

Monumento a la Castañera, en el centro de Ourense.
(JMBigas, Agosto 2012)

El día siguiente, sábado, lo dediqué a la ruta del Cañón del Sil, Ribeira Sacra y Monforte de Lemos, pero eso ya os lo contaré en un próximo capítulo. Por la tarde volví a Orense y fui al Centro Comercial Ponte Vella, junto al río Miño. El recepcionista del hotel me lo había recomendado para tener las mejores vistas de los puentes sobre el río. El Miño discurre por toda la ciudad de Orense, más o menos de Oeste a Este. Lo cruzan infinidad de puentes y pasarelas, de todos los estilos y épocas, y a diversas alturas. La terraza del Centro Comercial (que tiene al menos dos niveles) es un lugar privilegiado para tener una vista bastante completa de los puentes de la ciudad. En el nivel inferior hay multitud de terrazas de los diversos establecimientos de restauración del Centro, mientras que desde el nivel superior se tiene una vista excelente del futurista Puente del Milenio y de todos los demás, incluido el próximo puente romano, o Ponte Vella, que da nombre al Centro Comercial. Escamado por la mala experiencia de la víspera, pregunté en el hotel donde podía encontrar un restaurante italiano recomendable. Sin dudarlo, me indicaron La Romántica, sobre la propia calle Curros Enríquez, pero muy cerca del río. La encontré sin problema (tras consultar en la calle con una hada jovencita, de cara preciosa, calzón cortísimo, piernas largas y hablar dulce como la miel)  y, como era relativamente pronto (hacia las nueve de la noche), conseguí una mesa. El nombre no describe correctamente al restaurante, que es muy popular en Orense y que se dice que sirve la mejor comida italiana de la ciudad. No es muy grande, pero está distribuido en una única sala que resulta, inevitablemente, bastante ruidosa. Las mesas están muy pegaditas entre sí. Camareros muy expertos ya en mil batallas, sirven a los clientes a toda velocidad. La comida es excelente y las raciones son MUY abundantes. Pedí una milanesa con patatas fritas (la carne desbordaba el tamaño generoso del plato). Y, para empezar, pedí media ración de pasta, que resultó ser más grande que una ración completa en la mayoría de lugares. En el resto de mesas había parejas, grupos de amigos, familias enteras, en general residentes en la ciudad. El precio, muy económico, es uno de los atractivos del restaurante, junto a la calidad y cantidad de la comida que sirven.

Puentes y pasarelas sobre el río Miño,
en la ciudad de Ourense.
(JMBigas, Agosto 2012)

Para mi sorpresa (aunque luego me he enterado de que resulta habitual y el fenómeno es bien conocido), cuando salí del restaurante había una cola en la calle de no menos de medio centenar de personas, esperando que se fueran liberando mesas en el interior para entrar a cenar. El domingo por la mañana abandoné Orense, y crucé la Galicia Interior (con una breve escala en Lugo) de Sur a Norte, con destino final en la llamada Mariña Lucense, en Viveiro, junto al Mar Cantábrico. Pero eso ya será objeto de un próximo capítulo. Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este capítulo, podéis acceder a una completa colección de 42 imágenes, pinchando en la foto del Puente del Milenio.

Valdeorras Monterrei Orense

JMBA