Viaje en moto, Sierra de Gredos y Vía de la Plata

Por Oscar Oscar López Castedo @oscarcastedo

AV-941

Me despertaba frecuentemente con la misma obsesión desde hacía semanas, un viaje en moto. Y es que además de esta inquietud personal, si algo caracteriza España, en este aspecto, es la cantidad de rutas para disfrutar encima de un caballo metálico. Ambos ingredientes en la coctelera no dejaban de taladrar en mi cabeza.

La Vía de la Plata. Una ruta que desde el s. VII a.C. comunicaba las ciudades de Astorga y Mérida y que supuso un eje fundamental en el desarrollo de la actividad comercial. Fue prolongada “artificialmente” por la N-630 entre las ciudades de Sevilla y Gijón, lo que ha suscitado que se haya creado una plataforma en defensa de la Vía original. Empezaba mi viaje en Madrid y como llevaba la mente colmada de energía, decidí no pisar la autovia siempre que fuera posible, quería gozar.

Primer destino seleccionado era Arenas de San Pedro siguiendo la M-501 que se convierte en la CL-501 pasando a la N-502. Metido ya en faena, la AV-925 presenta un trazado interesante además de conservar un asfalto perfecto. 

El Pico, 1.523m (Sierra de Gredos)

Arenas es la capital del Valle del Tiétar , fundada en la Edad Media y situada en gran parte dentro del Parque Regional de la Sierra de Gredos. Aquí además de agradables paseos entre naturaleza con vistas a la Sierra y ríos como el Arenal, se encuentra un extenso patrimonio histórico. Destacan el Castillo de Arenas de San Pedro (llamado también de la Triste Condesa), el Palacio de la Mosquera y el Convento de San Pedro de Alcántara, todos declarados Bienes de Interés Cultural. Para comer, me fijé en un bar, El Bar Viejo no parecía que fuera diferente a los demás, pero resultó que tenía solera. Los abuelos del actual propietario tenían el bar Los Galayos, todo un referente en la zona por su cochinillo.

Salía hacia el noroeste por la AV-923, hacia mi siguiente destino, Béjar. Me incorporé a la N-502 que me descubrió en el pueblo de Molbentrán el Castillo del mismo nombre (propiedad particular y sin uso).
La temperatura empezó a descender y las nubes oscuras y opacas amenazaban lluvia, solo esperaba que ésta me respetara durante la subida. Me estaba adentrando en la Sierra de Gredos y la N-502 me llevó por Cuevas del Valle desde donde empiezan las curvas más divertidas hasta llegar al puerto de El Pico (1.352m). Vacas que se veían lustrosas y contentas, entre los restos de una calzada romana, cencerros que sonaban mientras el viento mecía los pinos, esta fue una de las mejores paradas de la ruta. La bajada, tranquila, de nuevo por la 502 que ofrece un asfalto perfecto y unas curvas con buena visibilidad y suaves atravesando campos y bosques.

Castillo de Molbentrán

Tomé el desvío hacia la AV-941. Esta carretera es perfecta para disfrutar de moto y paisaje. Bordeando el lado norte de la Sierra, discurre paralela al río Tormes entre pinos, robles y monte bajo, fue compasiva y me premió con una sucesión de curvas enlazadas debido a las primeras gotas de agua.
En este trazado está el Parador de Gredos, con un aspecto señorial (y bastantes coches he de decir) me invitaba a quedarme, pero una vocecilla me espetó; “vas en búsqueda de la N630, no te detengas esta vez”, así que le hice caso y continué camino hacia Navarredonda de Gredos, Hoyos del Espino, Navalperal de Tormes, hasta llegar a Barco de Ávila. Fue aquí donde tomé el desvío hacia Béjar. A la salida del pueblo, continuando por la AV-100 que se transforma en SA-100. Rectas, largas y con pocas curvas, fue un paseo tranquilo, con las nubes amenazando pero sin llegar a atacar. Cuando llegué a La Hoya y su pico, empieza el descenso hacia Béjar, haciendo evidentes las insinuaciones de la A66 para que no prosiguiera por la N-630.

Calles de Béjar

La parada en Béjar me muestra una ciudad con un patrimonio y una historia envidiable. Su conjunto histórico fue declarado Bien de Interés Cultural en 1.974 y la Sierra de Béjar reserva de la Biosfera por la Unesco en 2.007. Su casco antiguo incluye monumentos como el Palacio Ducal, el jardín renacentista El Bosque, las murallas árabes o el Barrio de la Judería.
Un enclave en el que han vivido en armonía musulmanes, judíos y cristianos. A veces, la historia nos muestra lecciones de convivencia positivas (de las que tampoco aprendemos nada como de las negativas).
Abandoné Béjar después de reponer energías en el Restaurante Bar Abrasador de Armando, situado en la Plaza Mayor 6 a pocos metros del Palacio Ducal.

Continuaba por la N-630, rumbo hacia el pueblo de Hervás. Mantenerse en la carretera nacional llega a ser todo un desafío con constantes indicaciones para saltar a la A66. De hecho, a pocos kilómetros de la salida de Bejar hay que tomar un desvío hacia la izquierda dirección Cantagallo. El pueblo de Baños de Montemayor aparece después de una sucesión de curvas desde un alto. Merece la pena detenerse, aquí se hallan unas termas romanas bastante concurridas por lo que pude observar, hay varios hoteles donde alojarse y se encuentra cerca del embalse de Baños. Me dio la impresión de ser un lugar perfecto para relajarse y desconectar.

Hervás y Sierra de Béjar

El desvío a Hervás es por la CC-32/EX-205. Esta villa es especialmente conocida por su judería y su origen data del s. XII cuando unos monjes Templarios edificaron una ermita. Posteriormente se construyó un castillo alrededor del cual fue extendiéndose la población. La comunidad hebrea que se asentó dio lugar a una de las más importantes juderías con callejuelas tortuosas y estrechas, que actualmente pertenece a la Red Española de Caminos de Sefarad.
La Iglesia Castillo de Sta. María de Aguas Vivas, desde la que se divisa el pueblo y la Sierra de Béjar, o el Convento Trinitario son otra muestra del patrimonio monumental de Herás. Su pequeña plaza con soportales, las casas originales de adobe y madera con tejas en su exterior, sus empinadas callejas empedradas me iban trasladando a otra época, donde la actividad textil y maderera eran el principal sustento de sus habitantes. A la salida de Hervás está el desvío hacia el Valle del Jerte, uno de nuestros iconos turísticos en primavera.

Judería en Hervás

Se iba terminando el día, anochecía a la vez que seguía recorriendo la N-630 y esos instantes me dejaban imágenes mágicas, cargadas de pasión y fuerza por el color rojizo del cielo, pero a la vez de relajación y sosiego gracias a las dehesas que atravesaba.
Una vez decidido que Plasencia sería donde descansaría esa noche, solo quedaba buscar un alojamiento. Al día siguiente quería madrugar y recorrer una parte del Parque Nacional de Monfragüe, antes de llegar a Cáceres, desde donde entraría en Portugal por la N-521.
Encontrar algo económico en Plasencia para dormir no es sencillo, y más si llegas sin haber reservado con antelación, por lo que me sentí afortunado cuando al preguntar en el Hotel Dora me confirmaron que tenían habitaciones disponibles y a un precio asequible. Un sitio sin mucha pretensión, con habitaciones amplias, limpias y un toque ochenteno pero con wifi. El encargado amable y amante de las motos, lo tuvo fácil conmigo.

Parque de Monfragüe

Después de descargar la moto, básicamente dos bolsas con ropa y la cámara, me dirigí hacia la Plaza Mayor para cenar con una buena cerveza fresca. Elegí el bar Español, un clásico de la ciudad en pleno centro histórico. Con un trato cordial, dispone de carta, menú, platos combinados y raciones. Todo por supuesto, con base en la cocina extremeña y sus productos autóctonos.
Plasencia tiene un imponente conjunto monumental que bien merece la pena una estancia específica. Declarado bien de interés Cultural desde 1958, ha presentado su candidatura a Patrimonio de la Unesco, que estoy convencido debería conseguir en breve.

Madrugar, ponerte en camino a primera hora te hace estar despierto, sentirte ágil y con más motivo si la temperatura es relativamente baja y el viento fresco golpea tu rostro a medida que avanzan los kilómetros.
Abandoné Plasencia dirección Trujillo, buscaba la EX-208 que cruza el Parque de Monfragüe. Sin embargo eso me iba a desviar de la ruta que llevaba planificada, así que después de recorrer la mitad del Parque volví sobre mis pasos para dirigirme hacia Cáceres.
El Parque Nacional de Monfragüe es reserva de la biosfera desde 2003. Poblado de dehesas con encinas, alcornoques, brezos, matorrales, etc. una abundante fauna sobre todo de aves (buitres negros y leonados, águilas imperial y real) y otros mamíferos. La EX-208 está en perfecto estado, tanto de asfalto como de limpieza y durante su recorrido me iba mostrando toda la variedad del parque. Hasta que se llega a sus límites iba atravesando una sucesión continua de dehesas, en las que podía imaginar el duro trabajo agrícola que se realiza. En Villareal de San Carlos, fundado en el s. XVIII para controlar el bandolerismo de la zona, además de un alojamiento rural hay un punto de información y el Centro de Interpretación del Parque desde aquí salen varias rutas de senderismo.

El camino hacia Cáceres por la N630 es recto y monótono, sin mucho aliciente más que el paisajístico, así que desee encontrar el desvío por la N-521 lo más pronto posible.
Empezaba aquí la segunda etapa de mi viaje, cambiaba la Vía de la Plata por otro icono para los viajeros,  el punto más occidental de Europa (algo como Nordkapp, el punto más al norte de Europa). Una ruta por las carreteras portuguesas, hacia la ciudad de Azoia y su famoso faro, pero eso amigos, ya será otra historia.

Para los más moteros, os diré que terminaba el primer día con 380km recorridos y un consumo de 5,1l/100