Las serpientes siguen representando una de las mayores fobias para el ser humano. Ese odio y temor se debe a la educación que hemos recibido desde la infancia, probablemente influenciada por la gran cantidad de mitos y leyendas que rodean a estos animales, más que por las propias experiencias personales de los que nos educaron.
Lo cierto es que la mayoría de las serpientes no son venenosas y de las 14 especies que hay en España, sólo tres pueden resultar peligrosas, las tres Víboras (hocicuda, áspid y de Seoane), y apenas producen accidentes (la culebra bastarda también tiene veneno pero al inocularlo con los dientes posteriores de la mandíbula no representa un peligro para nosotros). Según los datos expuestos en el Primer Panel de Expertos sobre intoxicaciones por mordeduras de ofidios venenosos, en el conjunto de Europa, incluidas Rusia y Turquía, se registra una media de 7992 mordeduras de serpientes al año, de las cuales sólo el 15% dan lugar a intoxicaciones graves, y tan sólo el 1% resultan mortales. Teniendo en cuenta que en Europa viven 711 millones de personas, la probabilidad de que nos muerda una serpiente venenosa es menor del 0,001%.
En España, entre 1992 y 2009 sólo 16 personas murieron por esta causa (menos de 1 persona al año), mientras que las picaduras de avispas y abejas causan una media de 20 muertes anuales en nuestro país.
Ajenas a estos números y estadísticas, las víboras siguen haciendo su vida, pasando desapercibidas y confiando en su camuflaje y en su quietud para no ser vistas por sus depredadores, entre los que el ser humano destaca entre todos ellos. El resto de sus "enemigos" no las ven como una amenaza sino como un alimento y por eso muchas aves rapaces, mamíferos como turones, martas, zorros o nutrias no tienen ningún reparo en incorporarlas a su dieta.
Las víboras utilizan el veneno para matar a sus presas, que suelen ser en un 90% de los casos ratones y otros micromamíferos, aunque también pueden cazar anfibios y otros reptiles. Los jóvenes cazan más anfibios y reptiles y a medida que van aumentando de tamaño van cambiando su dieta hacia los micromamíferos. Suelen cazar al acecho, esperando a que su presa se acerque para morderlas e inocularles el veneno, que en pocos minutos le causa la muerte. Después solo tienen que seguir el rastro de su víctima para posteriormente engullirla. Debido a su bajo metabolismo, se ha comprobado que pueden mantener una tasa de crecimiento normal consumiendo tan sólo 4 o 5 presas al año.
El veneno es muy importante para las víboras, ya que de él depende su supervivencia a la hora de alimentarse. También es muy caro de producir y después de cada inoculación necesita pasar un tiempo hasta que sus reservas están completas para poder matar a una nueva presa. Debido a esto, las víboras no suelen desperdiciarlo y sólo muerden si se ven muy amenazadas, sino prefieren quedarse quietas o huir y esconderse.
Pero el hecho de que las mordeduras se serpientes sean algo muy raro, no implica que debamos confiarnos si vemos una víbora. Lo más prudente es dejarla donde está y no intentar cogerla ni tocarla. Muchos accidentes se producen por un exceso de confianza y por desconocimiento. A nadie se le ocurre meter la mano en un avispero o en una olla de agua hirviendo.
Si nos quitarnos toda esa carga de supersticiones y temores que llevamos cargando desde hace generaciones, quizás podamos mirar a las víboras y otras serpientes con otros ojos, y darnos cuenta de que realmente son unos animales muy bonitos, como esta hembra de Víbora de Seoane (Vipera seoanei) que descansaba tranquilamente a la orilla de un camino cerca de Villaviciosa. Varias personas pasaron a su lado sin percatarse de su presencia y por supuesto nosotros tampoco hicimos nada por delatarla cuando alguien se acercaba, porque seguramente hubiera significado su muerte nada más que nos hubiéramos marchado.
Con este artículo no intento convencer a nadie para que le empiecen a gustar las víboras, todos podemos tener los gustos que queramos. Yo odio ir de compras y otras personas en cambio hacen cola por entrar en las rebajas y se pegan entre si por conseguir unos calzoncillos a mitad de precio. Por eso el mejor consejo que se me ocurre es que si nos encontramos con una víbora la dejemos en paz, que sigamos nuestro camino y que le permitamos a ella seguir el suyo. Lo más seguro es que ni se inmute por nuestra presencia y que siga tomando el sol tranquilamente, para ella no somos nada importante, solo unos bultos que se mueven y que además no se comen.
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