Vicente Gallego.
Mundo dentro del claro.
Tusquets. Barcelona, 2012.
¿QUIÉN ha visto este mundo,
que parece tan suyo, y tan antiguo,
sino a partir del claro, ese común
en que despierta el hombre a lo más puro
de su propio sentido en la mañana,
al alba de su ser, que es su entender,
donde se muestra luego
—y en qué otro emplazamiento se vería—
el derrame sin cuento de las cosas?
Así comienza Mundo dentro del claro, el poema que abre y da título al nuevo libro de Vicente Gallego que acaba de publicar Tusquets.
Ni ese carácter de pórtico ni ese título son una casualidad, porque ese texto define el tono y la actitud de unos poemas que se mueven entre el cántico y el homenaje, por decirlo en términos guillenianos.
Mundo dentro del claro mantiene un sostenido tono celebratorio a lo largo del medio centenar de textos en los que conviven armónicamente los poemas breves de versos cortos con otros de más largo aliento y más voluntad narrativa.
Porque la armonía es seguramente la clave central de este libro en el que Vicente Gallego da un paso más hacia el despojamiento expresivo y la búsqueda de la esencialidad poética: la plenitud del mediodía, la conmemoración de la amistad, la consonancia con los animales o los árboles plasman esa armonía amorosa, ese júbilo humano que es también armonía con los objetos y con la naturaleza bajo la luz estival:
Cantó un pájaro, oí
su decir claramente,
y en todo el universo sólo había
certeza y gratitud.
Armonía entre lo interior y lo exterior en la mirada del poeta, entre pensamiento y sentimiento, entre sensorialidad y meditación; armonía que es el resultado de una dialéctica de la antítesis y se perfila verbalmente como una poética del oxímoron de la que brota el canto.
De ese debate surge como resultado la celebración de la luz y la revelación del mundo a salvo en este claro del amor. Un mundo pleno en el que el poeta se abisma y se asoma a la realidad, se pierde y se halla cuando todo está lleno y vivo de su nada.
En ese mundo en claro del poema, hasta lo más oscuro se resuelve en presencias jubilares, en presente luminoso y triunfo de la vida:
donde junta la muerte turba oscura,
ha brotado la yema de la luz.
Santos Domínguez