Es la tercera novela que leo de Thomas Pynchon, seguramente el escritor mas complejo con el que me he enfrentado, el mas rico lingüísticamente y el que mas sabe de todo. Pynchon es uno de los grandes iconos de la literatura Americana, así que cuando uno compra un libro con ese pedigrí, los sudores fríos no son gratuitos. Como digo es la tercera novela de Pynchon que leo, aunque en casa hay todavía dos que han recibido su intento infructuoso de lectura. La primera que leí fue Vineland y la segunda La subasta del lote 49, ambas me fascinaron y confundieron por igual, aunque mas la segunda que la primera.
Vicio propio me ha parecido sin duda la mas fácil de las que he leído hasta el momento, y me atrevería ha decir, por toda la tinta que corre sobre Pynchon, que es la mas fácil de todas las que ha publicado. Decir que una novela de Pynchon es fácil es como decir que las guindillas no pican, así que, que ningún incauto se acerque a esta novela pensando que se va a encontrar un novela normal y corriente, con un lenguaje correcto y una trama aceptable, error. Por mucho que Pynchon quiera contenerse, porque por ahí hay teorías de que en esta novela se ha querido contener, Pynchon es el que es, y en esta novela, como en las demás que yo he leído, el conocimiento sobre todas las cosas sobre las que escribe es demoledor, el lenguaje que utiliza es como siempre arrollador, rico y majestuoso, y en eso hay que felicitar la traducción, que sin ser el original, nos acerca mucho al torrente que es la escritura del americano, y la trama, metiéndose Pynchon en un genero como el negro, es, de nuevo, original, surrealista, perfectamente trazada y si, algo confusa.
Aunque hay que ser justos y darle la razón a las voces que dicen que este Pynchon no es muy Pynchon. La trama de Vicio propio es la mas lineal de todas tramas de novelas de Pynchon; en el resto de novelas, al menos en las que he leído, los saltos en el tiempo, digamos en las épocas, son frecuentes, las ensoñaciones, las tramas paralelas, sub-tramas, etcétera son lo mas normal, son tantos los argumentos y personajes en algunas de sus novelas que irremediablemente acabas totalmente perdido. En Vicio propio solo hay una trama, siempre un personaje, nuestro detective fumeta Doc Sportello, y en casi ningún momento nos alejamos de el. Hay más personajes por supuesto, pero no hay un elenco tan voluminoso como para acabar perdidos o con una libreta junto a nosotros repasando nombres y parentescos. O sea que en eso parece que Pynchon ha aflojado. En cuanto a la trama, en eso si podemos decir que es un Pynchon absoluto, una historia digna de la mente mas surrealista posible y llena de esos detalles que te hacen absolutamente feliz, como el conocimiento perfecto de la época en que se desarrolla, enumerando marcas y modelos de motocicletas Harley Davidson de una panda de moteros nazis, los mejores restaurantes de Gordita Beach donde puede comer un drogata por poco dinero, los nombres de los mejores tipos de marihuana de la época, etcétera…
Siempre pienso que la trama de una novela se debe conocer leyéndola, no soy muy partidario de las contraportadas y las explicaciones detallistas. Con Pynchon no es una excepción, además de ser prácticamente imposible hablar de ello si meterse en ese famoso jardín del que hablaba. Solo necesitáis saber que leer a Pynchon es siempre un placer, y que en este caso, si además os gusta la novela negra, será, porque no decirlo, orgasmatico. Pynchon es un declarado admirador de Chandler, y aunque Sportello no se parece en nada a Marlowe, toda la novela de Pynchon se nota que esta escrita por alguien que ha leído muchas novelas de genero negro.
Hace poco en Twitter, hablando de Pynchon con Rafa Vázquez, un amigo 2.0 con el que es un placer hablar de literatura, llegamos a un conclusión, una conclusión con la que muchos no estarán de acuerdo desde luego, pero que a nosotros, a mi, me parece de lo mas esclarecedora; se puede disfrutar y ser feliz leyendo a Pynchon, aunque no entendamos nada, aunque todo nos confunda y estemos perdidos en un mar de personajes y tramas paralelas. A esa conclusión, en parte llegamos gracias a ESTA magnifica anécdota ocurrida en Kosmopolis con un guardia de cementerio, no os la perdáis.
Espero no haberme metido en ningún jardín, y si me he metido, espero haber salido dignamente…