El auto-boicot y la hipersensibilidad a los estímulos violentos externos, ya me hartaron.
Cuando iba a la primaria, recibía burlas por mi apariencia física. Fui creciendo y me fui reservando de a poco de ser libre con mi cuerpo, con mis acciones, porque sabía cómo iban a verme: La fea gordita desprolija siendo ridícula. De tanto sufrirlo, de haber absorbido tanta mierda y sin filtro, mi mentalidad cambió radicalmente. Tanto me golpeé con pensamientos provenientes de la mugre, que ya no quise estar más presa de ello. Me quise liberar.
Entonces comencé a verme con otros ojos. Soy así, ¿qué tiene de malo? Vengo de una familia de gorditos, tendría que matarme en el gimnasio, morirme de hambre... ¿para qué? ¿para que alguien superficial me vea como algo hermoso? ¿De qué me sirve que esa persona cegada por los estereotipos, admire mi envase? Yo sé que puedo ser mucho más. Sé que puedo encontrarme más en una hoja de papel, escribiendo, que en un reflejo en el espejo. Sí, esa que está ahí soy yo. Sí, esos son mis rollitos, esa es mi ancha cadera... pero no soy sólo eso que veo. Soy una mujer que tiene pasiones, sueños, expectativas, decepciones, ilusiones, esperanzas, errores, ideales. Este cuerpo que no es 90-60-90, ya no me limita y no me limitará jamás. No me lo puedo permitir. No puedo dejar de amar, bailar, reír, gritar, saltar, cantar, vestir, hacer monadas, por mis kilos.
Es sabido que algún día desapareceré de esta tierra, tengo que tratar de disfrutar mi estadía. La convivencia conmigo misma es sólo un obstáculo que tengo que atravesar, aprendiendo a quererme.