Por Mercedes Rodríguez García
Al resumir en su diario las incidencias de marzo, Che escribe por primera y única vez el nombre de Víctor. El seudónimo corresponde a Casildo Condorí Coche, asignado grupo de retaguardia, al mando de Juan Vitalio Acuña Nuñez (Vitalio, Joaquín, o Vilo).
En febrero de 1967se suma a la guerrilla, como parte del grupo de Moisés Guevara. Es incorporado al grupo de Juan Acuña Nuñez, (Vitalio, Joaquín, o Vilo), el cual se separa de la columna del Che el 17 de abril. Ambos grupos jamás volverían a reencontrarse.
El 2 de junio de 1967 Antonio Sánchez Díaz, Pinares; Casildo y Antonio Jiménez Tardío (Pedro o Pan Divino), salen de exploración en busca de alimentos. Marchan confiados. Conocen la senda que en otra ocasión anduvieron sin novedad. Pero esta vez el ejército ha tendido una emboscada en Peñón Colorado, muy cerca del poblado de Bella Vista…
El primero en caer herido de muerte es Marcos, que iba al frente, después Víctor. Pedro logra escapar y llega al campamento donde informa los hechos.
Contrario a Condorí Coche, el nombre de Marcos aparece 79 veces en el Diario del Che, quien al tercer mes de vida guerrillera cree que no «ha estado a la altura de lo que se esperaba de él» y lo califica de «indisciplinado» y algo más, aunque reconoce que últimamente «se le ve un intento de mejorar y en su función de punta de vanguardia es eficiente».
El propio Che lo había elegido para integrar el grupo de 16 cubanos integrantes de Guerrilla de Ñancahuazú, incluso como segundo comandante y jefe de la vanguardia. Mas, por «sus continuas irresponsabilidades» pasa a ser «soldado en la retaguardia».
La severidad con que el jefe guerrillero califica en cuaderno aparte a cada uno de sus hombres, no constituye óbice para que reconozca en Pinares su «decisión de seguir aquí, pase lo que pase», al punto de pedir la ametralladora 30 como voluntario, tal vez porque un arma de igual calibre fue su inseparable compañera durante todo un año en la Sierra Maestra.
El 22 de marzo Che deja constancia en su diario de quien era verdaderamente este cubano nacido el 7 de diciembre de 1927 y a quien pusieron el nombre de Antonio en honor al Titán de Bronce.
Cuenta Che que Inti le plantea «una serie de faltas de respeto cometidas por Marcos. «Yo me exploté y le dije a Marcos que de ser cierto sería expulsado de la guerrilla, contestando él que moría, antes fusilado».
Tanto Víctor como Marcos eran de extracción humilde. El primero, vino al mundo el 9 de abril de 1941, en Corocoro, minas de cobre de la provincia de Pacajes, en el departamento de La Paz.
Hijo de Faustino y Simona, compartió trabajos y penurias junto con seis hermanos. En Corocoro nunca hubo electricidad, aunque existían dos pozos donde más de mil mineros extraían cada día el cobre de las entrañas de la tierra y un laboratorio para procesar el mineral.
Tampoco la había en 1985, cuando Matilde Condorí habló sobre el hermano caído en la guerrilla: «Mi madre —dijo— falleció sin conocer la muerte de su hijo. Ella no sabía leer y le dijimos que él estaba en Cuba... nada más. Mi padre sí, porque lo leyó en el periódico».
Pero la madre de Pinares murió cuando él tenía 19 años. Junto a ella, Narciso, el padre, y 10 hermanos, creció Antonio Sánchez Díaz, en la finca Cantera, en una casa en la carretera que va hacia Viñales, cerca de la ciudad de Pinar del Río… Hasta un día, en que cansado de tanta injusticia, vendió sus herramientas de carpintero y partió hacia la Sierra Maestra en busca de Fidel.
Sus hermanas Leonila y Dulce lo recuerdan rebelde, voluntarioso. Corriendo por la campiña, nadando y pescando en el río. Nunca perdió la alegría, era dado a las bromas y cuando terminó el sexto grado comenzó a estudiar comercio por las noches. Así arribó a los 20 años.
Quizás como el mismo describiera en un gracioso pero profundo retrato de su vida —publicado en la revista Verde Olivo— muchas de aquellas indisciplinas recriminadas por Che, debiánse a que siguió siendo «un niño-hombre».
Casildo también fue un muchacho amigo de las bromas. Para Faustino, su padre, era «el mejor de sus hijos, el más capacitado, lo ayudaba en el trabajo. Los vecinos lo llamaban el rojo y me decían “éste es el papá del rojo”», pues Casildo militaba en el Partido Comunista Boliviano, el cual fundó y llegó a ser el primer secretario de su Comité Local.
Casildo y su esposa Nancy Yujra tuvieron tres hijos, un varón y dos hembras. Dos murieron en una misma noche, enfermos de escarlatina; solo quedó Lena, una de las muchachitas.
Igual número de descendiente nacieron de la unión de Pinares con Lidia Caridad Gil. Ellos fueron testigos de los desvelos de su padre como jefe militar durante la Limpia del Escambray, en el propio territorio pinareño, Camagüey y en la entonces Isla de Pinos, donde ocupó altas responsabilidades en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
En sus vidas de guerrilleros, tanto Marcos como Víctor realizaron riesgosas exploraciones, abrieron trochas, construyeron balsas y pusieron emboscadas.
Víctor desconocía de armas, pero aprendió. Inadaptado físicamente a los rigores de la montaña, su formación de obrero hambreado le permitió soportar las vicisitudes de la guerrilla. Él impuso su voluntad de hierro y se entregó a las tareas que le asignaron en la Retaguardia, donde cumplió silenciosa y sencillamente sus deberes en cada momento.
A Pinares hasta el enemigo tuvo la oportunidad de valorarlo. Rubén Sánchez, oficial del ejército boliviano, cayó prisionero de la guerrilla el 10 de abril. En 1985, al ser entrevistado por Adys Cupull y Froilán González, contó:
« [...] el combate se había desarrollado dentro del río, la mayor parte estábamos mojados y la fogata nos venía muy bien a todos. Esto hizo posible que otros guerrilleros vinieran a conversar, particularmente uno que después supe era Marcos. Él conversó bastante conmigo, mandó a preparar café que tenía en su bolsillo [...] yo deseaba que fuera para mí, pero pensé que se lo iba a tomar pero no, me lo ofreció con mucho respeto. Un acto noble de Marcos, porque estábamos con mucho frío».
Eusebio Tapia, Eusebio, quien pertenecía a la resaca y desertó del grupo, al rememorar los hechos dijo: «Yo había intimado mucho con Marcos, porque el contó una serie de anécdotas de la guerrilla cubana y de la Revolución. El deseaba, cuando acabara la guerra, regresar a Cuba. No podíamos recoger los cadáveres, porque los soldados seguían emboscados […] Marcos tenía una herida en la frente y Víctor en el estómago».
Pinares fue uno de los primeros en descubrir la verdadera identidad del Comandante Guevara cuando, transfigurado, se presentó ante los cubanos que recibían entrenamiento.
El coronel retirado Leonardo Tamayo, superviviente de la gesta de Bolivia, recordó en una ocasión aquella mañana de 1966, cuando los internacionalistas recibieron la orden de reunirse «para recibir a un extranjero que tenía un carácter difícil».
Relató el coronel Tamayo, Urbano, cómo «aquél hombre comenzó a gastarles bromas pesadas, hasta que se detuvo ante Sánchez Díaz preguntándole por anécdotas ocurridas en Pinar del Río durante los días de la Crisis de Octubre, y este, sobresaltado, gritó: “¡Bicho!, eres tú...¡es el Che, caballeros, es el Che!...”».
Así de sencillos son los héroes. Ambos guerrilleros, Víctor y Marcos, aunque de latitudes distintas, no eludir el llamado de la hora. Por eso pertenecen al bando de imperecederos. Y aún muertos, inspiran.