Casi parece que, el estilo tan inequívoco de la Chupialcaldesa para meterse en fregao‘ (aunque luego, hay que ver, la habilidad que tiene para ser incapaz de resolver sus propias crisis) tiró para atrás las obras de un bulevar que nadie había pedido, que iba a costar 8.000.000 de euros (con todos sus ceros) y que había motivado manifestaciones pacíficas y altercados durante cinco largos días.
No obstante, a pesar de la buena noticia, los vecinos de Burgos no se terminan de fiar de las palabras de su alcalde ni de ese propósito de crear “un grupo de trabajo” para tener más consenso.
Y quién podría fiarse de alguien que, unos días antes tenía la delicadeza de salir ante los medios diciendo que las obras habían sido aprobadas con el consenso de los burgaleses. Un consenso que, como ha sido más que evidente estos días, no existía por ningún sitio.
Y es que parece que, con toda esta historia, algunos políticos tienen más miedo al poder ciudadano que vergüenza. Porque a pesar de haber mentido claramente, Lacalle no dejará el Ayuntamiento, que es otra de las reivindicaciones vecinales.
Ahora queda esperar, disfrutar prudentemente de la pequeña victoria conseguida a pie de calle y confiar (o mejor dicho, llevar a cabo todo un acto de fe) en las palabras de la Administración.