El problema aquí es que muchos creyentes recuerdan solo la primera parte del versículo —la parte que tiene que ver con nuestro pecado. Si nos enfocamos en el pecado y no en el plan de Dios para la restauración, entonces toda nuestra perspectiva espiritual se desequilibra. Hacer hincapié en el pecado dirige toda la atención hacia lo que hemos hecho, a cómo hemos actuado, a lo que hemos sido. Este egocentrismo nunca llevará a la tranquila seguridad de la salvación que el Señor ha dado. Cuando nos enfocamos en nosotros mismos, dejamos poco espacio para Dios.
Romanos 8.6 es un buen acompañante del que hemos estado viendo, porque el Señor no quiere que nos enfoquemos en nuestro problema, sino en la solución que Él da.
Es que Romanos 6.23 no es simplemente una condena por el pecado; ¡es un anuncio de salvación! El apóstol Pablo nos recuerda que Dios vio nuestra terrible situación, y tomó la iniciativa de salvarnos. El Padre celestial nos ha dado misericordiosamente la salvación como una dádiva. Y cuando el Señor nos da un regalo, no hay nada que pueda robárnoslo (Ro 8.35-39). Esa es la seguridad que nuestro Dios quiere que tengamos.
(En Contacto)