El pasaje de hoy es único porque Juan afirma claramente en él su propósito al escribir. El objetivo de su ministerio era fortalecer a los creyentes con la fe inquebrantable de la vida eterna en Cristo. La base para esta verdad radica en:
1. Las promesas inmutables de Dios. Una y otra vez en su evangelio y en sus cartas, el apóstol declara la garantía de Dios en cuanto a la vida eterna. Por ejemplo, cita las promesas de Jesús sobre la eternidad, en Juan 3.16; 6.40; 10:27-30.
2. El amor incondicional de Dios. Nuestro Padre celestial nos ama tanto, que quiere relacionarse eternamente con cada uno de nosotros. Para lograr esto, Él demostró su amor de una manera asombrosa: al darnos la salvación a un gran precio (Ro 5.6-11; 8.3-39).
3. La obra consumada por Cristo en la cruz. Al ofrecer su vida en sacrificio expiatorio por nosotros, Jesús proveyó el medio de salvación de una vez por todas. Nuestra parte es aceptar el regalo que Él nos da sin restricciones (He 10.23-28).
4. El testimonio del Espíritu de Dios a nuestro corazón. Nuestro Padre celestial pone su Santo Espíritu en cada creyente para dar testimonio de la verdad de nuestra salvación (Ro 8.15-17).
La Biblia nos dice que podemos tener la absoluta seguridad de nuestra salvación en Cristo. ¿Refleja esta confianza su vida?
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