Vidas que duran

Por David Porcel

Una de las grandes enseñanzas de nuestra tradición es que la verdad sostiene, comulga, reúne, como casi ninguna otra cosa. La verdad no es sólo fuego en torno al cual se agrupan comunidades de amantes y hombres necesitados de sentido. También, la verdad es la llama que el hombre prisionero sigue en su ignorancia y desconocimiento. La verdad, como la luz que penetra en la caverna, es fuente posibilitadora de sentido y duración. Nada permanece, salvo la búsqueda y la mirada atenta a su luz. 

El mito de la caverna revela que la búsqueda dura mientras hay luz que seguir. Es un ejemplo de consistencia, más que de persuasión; de seguimiento, más que de logro. La luz, como la verdad, sostiene, orienta, y hace perdurar a quienes la siguen. Por el contrario, el engaño, la ilusión, la máscara, reproducibles hoy día en tantas relaciones frágiles y endebles, que se deshacen al menor soplido, separan y desordenan. La búsqueda ordena, estructura, da consistencia a la vida. ¿No fue aquella historia de amor lo que llenó nuestros días de la infancia? ¿No fue por ella como ahora la podemos recordar?