En esa soledad ascendente, nace la sabiduría. Llenando el corazón de tolerancia, y vaciando la mente de dogmas, se abren las puertas del templo interno.
En la soledad del ser, nace la fuerza. La estrella luminosa que brilla en Oriente enciende en el alma del iniciado, la llama de la búsqueda. En la soledad del camino, nace la belleza. La sabiduría, la fuerza y la belleza nutren el alma del masón, y la magia de sus esencias nos ayuda a vivir en armonía. Es por ello que en el equilibrio de la maestría la unidad fraterna se manifiesta, integrando el amor y la alegría y extendiendo la paz sobre la tierra.