Una nota aclaratoria sobre el Viejo Camino de Santiago, un compromiso adquirido personalmente con amigos vascos del Camino de Santiago. No tiene relación especial con el llamado Camino Olvidado, invención de hace unos pocos años, sino con mis propias averiguaciones. Les cuento: el camino de los castillos.
Viniendo de Pamplona o de Bilbao por el Viejo Camino y al pasar por la llamada Puerta Gallega lo que primero que se observa es que los peregrinos caminaban bajo altos castillos medievales. El primero era el llamado Castillo de Aguilar (Aquilare) en un monte vigilando el paso tanto por el Valle de Sabero como por el de Yugueros. Hoy día se supone que fue levantado en tiempos del rey Alfonso III el Magno pero, personalmente, me parece que ya hubo fortificación en tiempos del reino de Los Suevos, ojalá algún puedan trabajar en sus ruinas.
Al pasar por Aviados lo harán bajo las ruinas del Castillo de Los Guzmanes, comenzado a levantar en tiempos del rey don Alfonso V, y por así decir “Casa Madre” de la todopoderosa familia de los Guzmanes; el más conocido Guzmán el Bueno, duque de Medina Sidonia y señor de la ciudad de Sevilla, pero mucho más poderoso fue otro Guzmán: don Enrique II el de Las Mercedes, rey que encabezó la singular y tan hispana familia real de Trastámara.
Un poco más atrás y más alto se encuentra La Llana de San Pedro, en este lugar se edificó y funcionó durante siglos un monasterio con el mismo nombre; al llegar la desamortización de Mendizábal fue abandonado totalmente y las gentes de los pueblos cercanos se llevaron las piedras del edificio para levantar sus casas. Pregunten en Aviados, en las casas más chulas, de dónde salieron las piedras.
Y aún nos queda otro castillo muy importante al llegar a La Robla: El Castillo de Alba. ¿Les suena de algo la Casa de Alba? Salen en el Hola y esas revistas; aquí está su origen, junto a una cantera de caliza pero vigilando tanto el paso por el Viejo Camino como por el de San Salvador desde su alta atalaya.
El Valle de Alba se consideraba el final de la Puerta de Galicia, curioso nombre, ¿verdad?
En fin, que si yo fuera el conde Guisvaldo Braoliz, que levantó los castillos de Boñar y Omaña, y me contaran eso de que los peregrinos al llegar a la villa más guapa tenían que andar después escondidos por los montes, y pasar por gargantas como la del arroyo de Ciñera o desfiladeros como el de Los Calderones de Piedrasecha empezaría a cortar cabezas y me quedaría solo. Tan solo por que los que tuvieron semejante idea chalada son viejos amigos no he puesto aún una denuncia criminal en los juzgados, pero el día que a un peregrino le pase algo que se vayan preparando.Les he estado avisando por años.
Daniel Paniagua Díez