Viejo y nuevo Nepal

Por Noeargar
Xiamen, China. 14 de agosto 2011
Cuando regresas a un lugar después de mucho tiempo lo primero que intentas es recordar aquellos rincones que creías olvidados en la memoria y destacar todas aquellas cosas que en mucho o poco han cambiado. Jugar a encontrar los pequeños detalles o grandes diferencias respecto de aquella primera visita. Regresar 8 años después a Kathmandu, la ciudad principal y prácticamente la única de Nepal, es como volver al pasado. Desde el mismo momento que aterrizas en el aeropuerto tienes la sensación de que en todo este tiempo el país se ha conservado en formol. Los mismos desvencijados coches circulan por la enrevesada trama de estrechas calles expulsando un denso humo negro. Las mismas gentes pasean por las calles repletas de los mismos baches, puede que alguno nuevo. Unos llevan pesadas cargas en bicicleta o soportándolas con la frente, otros realizando un mecánico ritual ante alguno de los muchos altares improvisados que salpican las calles, y todos sin excepción escupen sin parar a coro. Al Norte de la ciudad, el barrio de Thamel sigue conservando el mismo aroma, mezcla del ajetreo oriental y del rancio turismo occidental. En las esquinas es posible encontrar apostados a los mismos taxistas y buscavidas intentando timar al turista de turno que pasea en su burbuja ajeno al ajetreo del resto de la ciudad, rodeado de cientos de agencias de viajes y tiendas por doquier donde se ofrece exactamente lo mismo: ropa que luego se importara a mercadillos y tiendas de toda Europa, logradas falsificaciones de equipamiento de montaña y magníficos libros sobre el Himalaya. Todo permanece intacto. En la teoría, la realidad nepalí ha cambiado radicalmente en los últimos años. Los rebeldes maoístas ya no están en las montañas escondidos, sino en el gobierno, y el emblema de la corona real ha desaparecido del visado del País tras la renuncia de Gyanendra al trono en 2005 obligado ante un alzamiento popular, después de acceder al trono en 2001 tras la matanza de la familia real a mano del príncipe heredero Dipendra.En la práctica parece que todo sea igual, estancado en el tiempo como sus plazas patrimonio de la humanidad. Nepal sigue siendo un país igual de pobre, con entorno al 60% de su presupuesto aportado por “ayudas” de países extranjeros. Un país formado por cientos de pueblos en los que se puede comprobar con más fuerza aún si cabe como el tiempo parece haberse detenido en esta región del mundo. Visitando el Museo Internacional de la Montaña en Pokhara, entre recuerdos de pasadas glorias del alpinismo y desconcertantes muñecos es posible contemplar una comparativa en fotografías de la vida actual de los pueblos del Himalaya con la de los años 50 en la región de los Alpes donde es fácil evidenciar el relativo paso del tiempo. En algunos lugares los años pueden ser siglos y en otros tan solo horas.8 años después, al igual que la primera vez, llegamos a Kathmandu huyendo del calor de la India para encontrarnos con una ciudad horrible y acogedora a partes iguales, y al igual que aquella vez nos volvemos a ir con la sensación de que los días han sido tan solo horas y con la promesa en la mochila de regresar algún día. Nada ha cambiado..

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