Tras contemplar otra expresión masiva de inquebrantables adhesiones patrióticas de las que se le ofrecen constantemente a su comunidad natal y a quienes encarnan su espíritu, Á. R. de Z., el prestigioso arquitecto, le habló así a sus hijos:
En la posguerra, Franco nos apabullaba con canciones patrioteras sobre nuestra raza hispana, gloria y destino universales. Teníamos que inclinarnos ante miles de banderas de Falange que sacaban por cualquier motivo.
Fuimos víctimas de aquel patético Espíritu Nacional que nos impusieron entre 1939 y 1970. Luego, y con la decadencia del dictador, muerto en 1975, fue agonizando también esa patán patriotería.
Ahora, solamente españolean con banderas los ultras en el fútbol y Manolo el del Bombo.
El problema, hijos míos, es que cuando parecíamos salvados aparecieron otros patriotas a menor cuantía con emblemas, a veces, recién inventados, que ocuparon el hueco de los falangistas y carlistas, con sus Coros y Danzas, Frentes de Juventudes y Sección Femenina que exaltan pasados míticos y futuros esplendorosos, más allá de los luceros.
Fijaos en sus liturgias para las masas creyentes, con estandartes, proclamas y gritos rituales, copias provincianas de las coreografías de Mussolini, Hitler y Stalin.
Franco, como os dije, mantuvo estas funciones durante tres décadas; pues bien: como estos patrioteros llevan algo más de veinte años con sus cabalgatas, es de esperar que antes de diez más se les agote el espectáculo.
Así que, muchachos, moral, que no hay patriotería que cien años dure.