Viejos debates de izquierda nunca mueren

Publicado el 23 julio 2010 por Manuhermon @manuhermon
Los viejos debates de izquierda vuelven, incluso con las mismas o parecidas palabras que antaño, ya sean las de 1.850 o las de 1.970. Los ‘ideológicamente puros’, ante las dificultades de la vida, sacan viejas y gastadas argumentaciones sobre la revolución, la unidad de la izquierda, o el reparto de carnet de organización verdaderamente de izquierdas. Mientras la vida transcurría con sus problemas en pueblos y ciudades en estos últimos años, no se produjeron debates ni en barrios ni en círculos, sobre la reforma laboral, sobre la burbuja inmobiliaria, la burbuja de deuda, las políticas de ajuste que habría que haber tomado, los nuevos modelos de producción sostenible, etc. porque esos temas para ellos son menores, porque la esencia de todos los problemas es la explotación del capital y ya sabemos que capital solo hay uno y actúa de acuerdo a los manuales, así que para que discutir de nada.
El asunto es que ahora con la política de ajustes que ha empezado el gobierno, hasta debajo de las piedras aparecen voces gritando a la rebelión y a luchar todos juntos contra el capital. Llama poderosamente la atención que si la reforma laboral no era un tema de verdaderos izquierdistas, ni las pensiones, ni las infraestructuras, ni la dependencia, ni la educación, etc. etc. y no se prestara interés alguno por los problemas concretos al menos durante estos años pasados, ahora de repente estas cuestiones sean el eje de los revolucionarios.
Algo falla en la argumentación mantenida por mucha gente, o los asuntos citados son importantes, ahora y siempre, y hay que prestarles atención y consideración política en todo momento, o no lo son y no importan, ni ahora ni antes, por lo que entretenerse en ellos para llamar a la movilización es un contrasentido pequeño burgués y/o socialdemócrata.
Ahora bien, si los asuntos anteriores fueron importantes siempre, como pudimos estar tan ciegos todos, desde sociatas a extremocomunistas, para no difundir e imponer políticas de freno a la expansión de la burbuja inmobiliaria que sepultó ingentes recursos en ladrillos, que habrían sido mas útiles de haberse destinado a otros sectores productivos mas eficientes, sostenibles y de mayor V.A. Recordemos que muchas de estas políticas serían de ámbito municipal, no todas, por lo que no requerían de poderosas fuerzas.
Como es posible que la famosa reforma laboral (gran artículo de José María Zufiaur) la esté realizando ahora el gobierno con los mimbres menos sociales y más derechistas de cuantos se han manejado por nuestras cabezas. ¿Por qué las izquierdas no salieron entonces, antes de la actual rebelión, a promover la reforma laboral, la más adecuada, necesaria y posible y que junto con el partido de gobierno y sindicatos podrían haber sacado adelante?
Esta y otras preguntas parecidas me asaltan diariamente, ¿ninguna fuerza de las que ahora se rebelan lo vieron?, ¿por qué?, ¿ello no manifiesta un fallo en nuestra parcela de responsabilidad? nadie reparó en que el crecimiento veloz de los déficit eran cuestiones importantes que afectan a nuestra vida diaria de salarios y pensiones, y si no lo eran y no nos afectaban ¿por qué preocuparse ahora? La lista de temas es larga y las preguntas y respuestas determinarán responsabilidades y el lugar de cada cual en la crisis de las izquierdas.
Los conceptos de ‘lo necesario y lo posible’, saltan a primeros planos después de hacerse preguntas como las anteriores y aparecerá el objetivo de participar electoralmente, que no agrupa a todas las fuerzas de izquierda pero sí a una parte importante de ellas. Serán los votos quienes permitan conquistar el poder político, por tanto aglutinar voluntades en torno a programas deseados y posibles será condición básica para intentar modificar la sociedad, lo cual obligará a dotarse de línea, programa y discurso político suficientemente amplio para interesar al mayor número de personas. La opción de mantener esencias ideológicas aglutina a grupos de pocas personas y tiene otra efectividad política (¿menor?) y deberán ser conscientes las fuerzas que apuesten por ello del diferente papel que tendrán que asumir en la actividad política.
En este sentido los discursos clásicos de traición, en boca de individuos de pureza ideológica supuesta, no tenían validez para definir a los que no hacen lo que ellos no pueden hacer pero quiere que otros hagan, (aquellos que exigen al gobierno hacer su política, por la que concurren a las urnas y son rechazados por los ciudadanos) porque la base de las políticas que pondrán en marcha los ganadores, serán las que les hayan dado las mayorías de votos para ello. Hoy la situación es bien diferente, y podría aceptarse la definición de traidor a quien ha sido elegido con un programa y políticas explícitas, y modifica su comportamiento dando un giro de 180º sin explicación alguna a sus militantes y electores. El énfasis habría que ponerlo no solo ni tanto en las políticas como en la falta de explicación, que denota, desprecio, miedo, o comportamiento peligrosamente individualista para una tarea tan colectiva.