Comprendí que Viena iba a superar mis expectactivas conforme el taxi que nos había recogido en el aeropuerto comenzó a adentrarse por las amplias avenidas de la ciudad. Era de noche, y los cafés y restaurantes que divisaba a través de la ventanilla lucían con su iluminación su rico interior, los grandes edificios se mostraban orgullosos y la iluminación amarillenta casi ámbar de las farolas hacía resaltar cualquier detalle que pudiera quedar menos visible.
Si no hubiera sido por que llevábamos el equipaje en el maletero, me hubiera bajado allí mismo y paseando tranquilamente me hubiera acercado al hotel. Así, recreándome en la visión de las fachadas, observando el interior de los lujosos cafés y, por qué no, sentándome en una de las magníficas terrazas a contemplar una Viena con Aroma Imperial.
El taxi nos dejó en Mariahilferstrasse, la gran calle comercial de la ciudad donde estaba situado nuestro hotel y que a estas horas nos recibe en silencio por que ya han cerrado todos los comercios. Nuestro alojamiento, el NH Collection Wien Zentrum, todo un acierto en cuanto a servicios y ubicación, volvería de nuevo.
A la mañana siguiente, el ambiente de la calle había cambiado. Las tiendas habían abierto sus puertas y lucía un día espléndido que invitaba a pasear y así lo hicimos, dirigiéndonos en primer lugar el conjunto que conforma el Palacio Hofburg.
Es el lugar más visitado de Viena y el palacio más grande de la ciudad que durante más de 600 años ha sido el lugar de residencia de los Habsburgo. Nosotros habíamos comprado las entradas por internet, con lo que no tuvimos que hacer ninguna cola y, tras recoger la audioguía, pasamos directamente, primero a visitar el museo donde se exponen lujosas cristalerías, objetos de plata y porcelana, utensilios de cocina y mantelerías procedentes de la cocina imperial. ¿Sabíais que existía todo un arte alrededor de doblar las servilletas? Hay formas de plegarlas que se mantienen en secreto hasta el día de hoy.
La visita continua por los apartamentos imperiales donde vivieron el emperador Francisco José y la emperatriz Elizabeth, más conocida como Sisi, donde vamos escuchando, además de los detalles de las salas visitadas, pequeños relatos sobre su rebeldía a la corte, sus obsesiones por la belleza y la delgadez, sus viajes y la melancolía o depresión en la que estaba sumida.
En el Museo Sisi se contemplan muchos objetos que le pertenecieron, vestidos, fotografías y detalles personales.
No siempre las visitas a los palacios me gustan, pensé que podría ser una especie de exposición de culto a la conocida Sisí emperatriz, y aunque algo de ello puede haber, resulta una visita interesante y, sin lugar a dudas, un imprescindible en Viena.
Como íbamos justos de tiempo ni visitamos la Capilla ni la Escuela de Equitación pero sí la Biblioteca Nacional Austriaca que construida en el siglo XVIII es una de las bibliotecas más bonitas que he conocido.
A estas alturas del día ya habíamos podido confirmar la riqueza del importante patrimonio artístico de la capital de Austria y decidimos pasear por la GrabenStrasse, una calle peatonal que atraviesa el centro urbano y donde los comercios más elegantes y las grandes marcas se muestran a turistas y vieneses, invitándonos a observar sus escaparates o a sentarse en alguna de sus agradables terrazas.
En el centro de la plaza se encuentra la Pestsäule, una columna barroca erigida tras la epidemia de peste que arrasó Viena durante el siglo XVII.
Era ya mediodía y teníamos mesa reservada en el restaurante tradicional vienés Figlmüller , así que nos dirigimos allí a disfrutar de un auténtico Schnitzel vienés.
Está situado justo al lado de la Casa de Mozart y cuando llegamos había gente esperando mesa, así que si se tiene pensado ir, mejor hacer la reserva por internet. Decorado al estilo tradicional vienés, sin grandes lujos, pero con una carta que ofrece los principales platos de la gastronomía vienesa, es un buen lugar para disfrutar de un buen Schnitzel, tanto si se trata del vienés como del especial de la casa.
Viena es mucho más que palacios, arquitectura imperial o gastronomía. Viena es música, cuna de grandes compositores y una Ópera, que probablemente sea la más conocida del mundo.
Las visitas del Teatro de la Ópera son guiadas y se pueden realizar en varios idiomas. Es una forma interesante de conocer su majestuoso interior, también el backstage y, si se reserva con tiempo, es posible asistir a alguno de sus espectáculos.
El día estaba siendo intenso, así que cuando salimos de la ópera cogimos uno de los tranvías que circula principalmente por la Ringstrasse, la línea 1 o la 2, y digamos que hicimos una visita turística en tranvía.
La Ringstrasse es una de las avenidas más importantes de la ciudad. Como su nombre indica, tiene forma de anillo y es que se encuentra en el mismo lugar en que se encontraba la antigua muralla. Recorriéndola se pueden observar algunos de los edificios más famosos de Viena como el Ayuntamiento o Rathaus que se encuentre en un bonito parque donde en Navidades se expone un mercado navideño y en verano hay un festival al aire libre de musicales, conciertos u óperas a la vez que lugares o foodtrucks donde probar las especialidades culinarias de todo el mundo. En este recorrido por la Ringstrasse también se pasa por el Parlamento, la Bolsa, la Universidad o la Ópera, llegando muy cerca del Danubio que, dicho sea, no luce azul sino marrón.
Bajamos del tranvía justo donde subimos, en las cercanía de la ópera. El sol comienza su declive y su dorado pasa de pajizo a anaranjado, es el momento para dirigirnos a dar un paseo por los alrededores KarlsPlatz donde se encuentra uno de mis edificios preferidos, el maravilloso edificio de la estación que Otto Wagner construyo en 1900 para las líneas de metro de Viena y donde elementos como la ornamentación floral o decoración en dorado, están relacionados de alguna forma con Gustav Klimt.
Un poco más allá pero en la misma plaza, y a estas horas bañada por una luz preciosa, se encuentra la Iglesia de San Carlos Borromeo de estilo barroca y la más alta de Viena. Hechizada me quedo observando la imagen real y la reflejada en el agua de la fuente que hay justo enfrente.