El Veles e vents como lugar de acogida de los refugiados que lleguen por mar. Una especie de Ellis Island valenciano donde registrar y atender a los desesperados. Es una de las propuestas del alcalde de la ciudad. Quizá no llegue a materializarse pero la idea le parece fabulosa. Por lo disruptivo. Definitivamente muchas cosas están cambiado en Valencia.
Ese edificio fastuoso, pensado para agasajar a los invitados VIP de la America’s Cup primero y a la Fórmula 1 después, como centro de operaciones humanitario. Para acoger a aquellos que huyen de la desesperación, la muerte, de la guerra.
La propuesta de que lleguen por mar es también una gran idea. En embarcaciones europeas, controladas, seguras. Y que les ahorraría el doble drama que viven y al que asistimos atónitos en la frontera con Hungría.
Los denominados alcaldes por el cambio están respondiendo a una demanda social, en la que los propios ciudadanos estaban ya organizándose. El gobierno central, a rebufo, y cambiando su política migratoria –cualquiera diría que en nada hay elecciones- ahora admite que no negociará números. Acepta de buena gana la cuota propuesta por Europa: unas 14.931 personas. El mismo gobierno que aprobó las vallas en Ceuta y Melilla, el de las devoluciones en caliente, el que no permite supervisión de ONGs en los Centros de Internamiento de Extranjeros, como el de Zapadores.
El problema migratorio es muy complicado. Y necesita de unas políticas europeas sólidas y coordinadas para que no haya inmigrantes de primera y de segunda. Tan solo una cosa le inquieta. Los refugiados vendrán para quedarse. Mucho tiempo.
Cuando el efecto torturante de la imagen de Aylan en la playa se disipe y la ola de solidaridad pase, esperemos que esta cálida bienvenida no se torne en xenofobia. En algún rincón.