Me convidan un libro como quien me ofrece un dulce: "Probalo, creemos que te va a gustar". Lo pruebo en el subte, mientras vuelvo sola a casa.
Abro al azar, caigo en la página 16: Función de la lírica. Dice:
Mi padre agonizaba en un sanatorio con TV por cable. Puse el canal de ópera para amortiguar sus alaridos constantes. Justo cuando Rigoletto abraza el cadáver de su hija, debí tenerlo al viejo para que no se cayera de la cama: la doble simetría de la escena me la volvió soportable.
El poema tiene la estructura de un cuento: inicio, nudo, desenlace. En nueve líneas (¡sólo nueve!), cuenta la muerte de su padre sin hablar de más, sin apelar a la solemnidad o al dramatismo. La escena es soportable, como la autora dice, y está plagada de sonidos (la ópera, los gritos del padre que agoniza) y de tacto (abrazar un cadáver, sostener un cuerpo a punto de caer).
Me gusta, probaré los otros poemas de Beatriz Vignoli. Iré adonde el azar de las páginas y del subte me lleven.
Viernes, Bajo la Luna, 2001