Para este viernes me ha tocado improvisar un poco. No pensaba publicar por unos días en ninguno de mis espacios, pero “La hamaca del pensador” es uno de los espacios que considero al mismo tiempo más personal e impersonal que tengo. Aquí reúno muchas de mis “buenas pasiones” y aquí me siento en casa cuando no quiero escribir o cuando queriendo escribir, se sabe que hay que dejar que muera la inspiración para evocarla de nuevo pero de espaldas a lo acostumbrado. Hoy quiero continuar con mis viernes mitológicos y dejarles una historia que considero un poco extraña...supongo que los personajes que aparecen en ciertos momentos, son los que necesitamos que nos aparezcan...así que sin más preámbulos, retiro mi sombrero de juglar y haciendo reverencia les dejo con Faetonte y su historia.
Sobre la genealogía de Faetonte hay dos corrientes distintas. En una se dice que es hijo de eso ( Aurora) y Céfalo, y en otra, la más conocida, se dice que es hijo del Sol (Helio) y de la oceánide Clímede. En ésta historia se relata que Faetonte fue criado por su madre y bajo la ignorancia del conocimiento de quién era su padre, pero apenas llegó a la adolescencia se le reveló el nombre del mismo.
Entonces el muchacho reclamó un signo de su nacimiento, y rogó a su padre que le dejase conducir su carro. Tras muchas vacilaciones, el Sol consintió, pero le pidió que bajo ninguna circunstancia se alejase del camino trazado, y Faetonte partió. El joven comenzó a marchar por el camino trazado en la bóveda celeste, pero pronto se espantó por la altura en que se hallaba y también, por la visión de los animales que representan los signos del Zodíaco.Todo esto lo amedrentó e hizo que abandonara el camino , olvidando de este modo también las mil recomendaciones que le había dado su padre.
Descendió demasiado y casi incendia la Tierra; luego volvió a subir, demasiado alto, y los astros se quejaron a Zeus. Éste, para evitar una conflagración universal, lo fulminó, precipitándolo en el río Erídano. Sus hermanas, las Helíades, recogieron su cuerpo, le rindieron honores fúnebres y lo lloraron de tal modo que fueron transformadas en álamos.
Ahora me despido, no sin antes dejarle un beso muy grande para cada uno de ustedes. Buen fin de semana y tengan cuidado cuando llevan carros de fuego, no les vaya a pasar lo que al pobre Faetonte.