Nos encontramos con imágenes de toros en las pinturas rupestres de Altamira y Lascaux, altares neolíticos con cuernos de toro en Chipre, toros sagrados en las culturas hurrita e hitita, la veneración en Egipto al dios Apis representado con forma de toro y un disco solar entre los cuernos, la identificación de sus cuernos con la forma de la luna creciente en Mesopotamia, la montura en forma de toro del dios hinduista Shivá, el Minotauro de Creta, la figura del dios romano Dioniso, o el martirio de san Saturnino de Tolosa.
En nuestro lenguaje, empleamos expresiones como ‘a toro pasado’, ‘agarrar el toro por los cuernos’, ‘valor y al toro’, o ‘ver los toros desde la barrera’.
Pero lo que no todo el mundo conoce es la íntima relación que este animal tiene con el nombre de Europa. Y mucho menos sabe por qué este continente recibe tal nombre. Veámoslo, pues.
Se les acercó un hermoso toro blanco, sumiso y zalamero, que venció el miedo y desconfianza inicial de las jóvenes, las cuales comenzaron a acariciarle al encontrarle tan manso. Europa, confiada, se montó en su lomo, y fue entonces cuando el toro salió corriendo y saltó al mar desde un acantilado. Se trataba de Zeus, que había urdido este plan para que no pudiese rechazarlo como al resto de pretendientes. Alcanzaron Creta, y allí tuvieron tres hijos.
Este domingo, emulando al dios griego, numerosos partidos se batirán en la arena de las urnas para ver quién se queda con la ya entrada en años Europa. La única diferencia respecto a aquellos lejanos tiempos de hace milenios, es que ahora será Europa la que decida quién quiere que la rapte.
Que ustedes lo mediten bien. Y cuidadito con los becerros mansos. Ya lo dice el acervo popular: Del toro manso me libre Dios, que del bravo me libro yo. ¡Buen finde!