Corto, pero intenso. Casi como cuando le das el primer sorbo a un café expresso. O como cuando te dan un abrazo fuerte porque hace frío y por un segundo recibes todo el calor que tu cuerpo puede llegar a sentir mientras aprietas los dientes y tiemblas, y al segundo siguiente notas como vuelven a enfriarse tus manos, cuello y orejas y quieres que te achuchen más.
O como cuando se abre una botella de champán.. POP! y toda la gente que esperaba el momento tapándose los oídos e incluso cobijándose, se siente liberada y aplaude o ríe. Chin chin...
O quizá como cuando decides celebrar que eres feliz, que en un año han pasado tantas cosas que para recordarlas todas harían falta unos cuantos años más. Un, dos, tres.. Y vuelta a empezar.
Anoche soñé que paseábamos de nuevo por aquella ciudad, sigo percibiendo el olor de sus calles. En el fondo esas calles nos tienen envidia, por lo que un día vivimos y porque hoy formamos parte de ellas. Nos envidian porque el agua que besan cuando llueve nunca les convertirá en lo que nosotros hemos sido.
Y también por lo que seremos.