En Otoño hicimos una escapada de fin de semana a Villafranca del Cid, con un programa intenso a pesar de estar ya en horario de invierno.
Desde que estuvimos en Pascua en Villafranca del Cid, teníamos pendiente volver, así que volvimos y nos alojamos en el Albergue La Parreta, donde Sergio su gerente desde el momento que planteamos la visita nos ayudó a organizarlo todo.El sábado por la mañana hicimos una original actividad: pasear con un pastor -de los de verdad- acompañándolo con su rebaño y aprendiendo sobre esta profesión, donde uno de los elementos más importantes son los perros.
Comimos rápido, para por la tarde aprovechar las pocas horas de luz y hacer una sencilla pero preciosa ruta: el Bosque de La Parreta.
Al terminar nos acomodamos en el albergue La Parreta, con amplias habitaciones de 4, 5 y 6 personas ¡con baño en la habitación!, un lujazo. Además de la amplitud de las instalaciones, el albergue es muy completo, con áreas de juegos interiores y exteriores, su barecito, el comedor, distintas aulas, etc. Aunque lo más importante es el buen trato recibido.
La mañana del domingo amaneció lloviendo, pero ello no nos impidió seguir con nuestro plan, que consistió en una visita guiada de la mano del técnico de turismo Guillem por laIglesia de Santa María Magdalena y por la Torre de Conjurar recientemente restaurada y donde se ubica el museo parroquial.
La Torre de Conjurar nos gustó particularmente, aparte de sus leyendas, porque nos permitió conocer mejor la forma de construcción de la iglesia, que tiene doble tejado, para poder soportar las nieves a lo largo de los años, y cuyos espacios intermedios sirvieron de cobijo a los lugareños en época de guerra.
La ruta guiada terminó con la imprescindible visita del Museo de Piedra seca, donde niños y mayores aprendimos sobre el entorno y la forma de construir en Vilafranca, aprovechando los recursos existentes, la piedra, y construyendo de manera tan perfecta que las casetas de resguardo de pastores y los muros de piedra aún se mantienen en pie tras muchos años
Al terminar la visita, fuimos a una pastelería a comprar dulces típicos del pueblo, para tomar fuerzas para la última actividad, que fue un pequeño recorrido: Las Virtudes, en el que pudimos comprobar en primera persona las construcciones típicas en piedra seca de la zona, acompañados por Sergio, el gerente de La Parreta.
Empezó a llover de nuevo, y tuvimos que regresar a La Parreta, donde comimos y nos despedimos, con una sola idea en la cabeza: hemos de volver.
Hay tantas cosas por ver y hacer en la zona que ya hemos decidido que volvemos.