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Abrí la puerta de entrada e ingresé en una pequeña sala de estar que oficia de recepción. Apenas una pequeña mesa llena de folletos y una señora que da las indicaciones para llevar a cabo la visita (y que mantiene un estilo muy a "Lo Victoria Ocampo") otra cosa no se ve. A un costado, las altas paredes de madera revestidas por un empapelado que las hace parecer a punto de resquebrajarse exhiben el señorío y el buen gusto que alguna vez reinó en el ambiente.
Es invierno y hace frío. La casa es de madera y simula ser una especie de iglú en el que no entra el sol y, al parecer, aunque lo haga, la diferencia no sería demasiada. Cuando la señora pasa de un ambiente a otro - mostrándome el orden en que debo hacer el recorrido- los pisos crujen y se hunden dando la sensación de que debajo de ellos habitan fantasmas que se regocijan por que alguien se haya decidido a visitarlos y hacerles compañía. En la sala contigua a la de la entrada la señora de peinado retro y labios pintados excesivamente de carmín me deja solo con el piano y las sillas de plástico que sirven de butacas cada vez que se llevan a cabo diferentes espectáculos, pero no es ese espacio el que me interesa, sino el resto de los ambientes que forman la casa, en especial la biblioteca, el cuarto de Victoria y el despacho donde dicen que escribió buena parte de su obra.
Desde uno de los cuartos oigo una voz femenina, diferente a la de la mujer de la entrada (que para entonces se había esfumado) y escucho que le agradece a una turista por la compra realizada. Al salir la mujer, la vendedora se acerca y me pregunta si había recibido la información correspondiente, pero pese a decirle que sí, se empeña en hacerme de guía por cada uno de los ambientes de la casa. Acepto gustoso (a sabiendas de que seguro estará llena de anécdotas y pormenores que no existen en los manuales de literatura ni en las escasas biografías que se han escrito de Victoria).Me invita a doblar hacia la izquierda y al final del pasillo, hacia un costado, ingresamos en una sala con un escritorio y una amplia biblioteca. Dentro de unos cubos de cristal se encuentran varios ejemplares de la Revista Sur y,como emergiendo entre ellas la imagen de la escritora que tan famosa la hizo en el mundo.
A un costado de los ejemplares se exhiben varias frases que la escritora plasmó en su libros y otras que amigos, conocidos y otros testigos de su vida aportaron cuando se inició la tarea de llenar el espacio que dejó con su desaparición. Una de ellas indica, de un modo casi ejemplar, lo que la literatura significó en su vida y en su esencia.
Pese a que muchos crean que la biblioteca era el único lugar preferido de Victoria lo cierto es que lo compartía con el placer que le daba su baño personal. Si bien la casa se envió a construir a Inglaterra y luego la trajeron hasta Mar del Plata, el baño de Victoria fue especialmente diseñado en una de las casas de sanitarios mas prestigiosas de París y es una réplica del que ella tuvo en la casa donde vivió mientras allí estudió literatura. Si bien el estado en el que se encuentra hoy es bastante añejo guarda las formas de principio de siglo, sobre todo en el empapelado de pavos reales litografiados que le dan al ambiente una estética digna de pabellón de exposiciones de arte de aquellos años en Europa.
**Antes de salir a los jardines volvemos a la sala de entrada y veo una escalera desvencijada que lleva hacia un primer piso que se encuentra prohibido para el público.
- ¿Que hay allí arriba? ¿Hay más ambientes? le pregunto a la señora que me guía por los pasillos de la casa poniéndola a prueba a ver si hace una excepción con este pobre periodista y me deja echar un vistazo.
- Sí hay más habitaciones. Entre ellas la de Silvina y la que usaba Bioy cuando venía durante el verano. Debo reconocer que fue muy triste darme cuenta de que en realidad aquel primer piso se transformaba en lo que realmente quería ver y que poco me importaban los espacios de Victoria.
- ¿Como se llevaba con la hermana? - le pregunto - Siempre hubo un mito de que se odiaban... le digo y hago énfasis en los puntos suspensivos dejando en claro que espero una respuesta.
- Silvina le tenía terror - me dijo- mi padre que fue el jardinero de la casa durante años me contaba que aquí mismo Silvina se sentaba al borde de la escalera a leer y que cuando escuchaba los tacones de Victoria enseguida se escondía en el baño o en su cuarto... Muchos dicen que ella era mejor escritora que Victoria, la verdad no se que decirle... yo de eso no entiendo... y nosotras acá las queremos por igual.
Las que las quieren por igual son ella y su compañera de la entrada, que luego de recibirme jamás volvió a aparecer en la escena. Y el hecho de que hablara de "ellas" como si aún estuvieran vivas me pareció de lo mas curioso.
-Estamos en la Villa Ocampo, casa emblemática de nuestra querida Mar del Plata y que, en los años 40 y 50 fue el sitio por donde pasaron los personajes más increíbles de la cultura internacional...
Me alejo y la chica sigue exponiendo su presentación frente a la cámara. Las figuras de cartón de las diferentes Victorias resaltan entre el verdor del pasto y dan la sensación de que en cualquier momento se van a mover y se van a introducir, así en blanco y negro, dentro de la casa. Camino hacia la puerta y un gato blanco manchado de negro se me refriega en las zapatillas. Me acerco a la puerta de entrada y desde la ventana, la señora que me guió me saluda con una bondad que se me va a quedar un buen tiempo en la retina.
Ya fuera de la casa miro hacia atrás y veo un cartel que, a modo de portarretratos gigante exhibe a Victoria elegante, de guantes blancos y escudriñada por Adolfo Bioy Casares (que mira de modo cómplice a la cámara) y por Jorge Luis Borges que aún sonreía galante. Sólo por eso la envidio. Y ahí mismo me prometo que al llegar a Buenos Aires, intentaré conseguir algunas de sus obras y también los cuentos completos de su hermana, por que como bien dice el refrán: Cuando el río suena....