Vilnius lithuania

Por Orlando Tunnermann



Arrancan mis anuales travesías viajeras en el "Lugar de lluvia" o Lietuva. Para ello me planto en la mencionada región pluviosa y más concretamente en su capital, Vilnius. Casi de juguete, pequeñita, pedregosa y medieval, firma su independencia en 1918 y a ojos del mundo surge por primera vez en 1323. Me encuentro como numerosos rasgos de vejez, pobreza y precariedad en las calles, que casi piden perdón por tanto abandono estético. Eso sí, debido a la generosidad manirrota de la lluvia, el paisaje que lo envuelve todo es de color verde. El centro histórico, que es digno de loa, está justamente acogido al amparo de la Unesco para dicha de todos los mortales. Esa belleza antigua y descosida de fachadas y pavimento respira sin embargo sosiego, tranquilidad, silencio. 
Poca gente en las calles para quien llega del "infierno humano" de Madrid. Las carreteras, igualmente, son anfractuosas, arrugadas y combadas por los baches o roturas. 
Así, caminando por Rudninku, no tardo en llegar a la iglesia de todos los santos, construida en estilo barroco tardío en 1743. Bonita fachada de color salmón e imponente estructura.




Vilnius se me antoja tan despoblado como un pueblo con ínfulas de crecimiento moderado.
El panorama cambia bastante al llegar al lujoso hotel Astoria, a todas vistas un hogar de ensueño para turistas pudientes. Abundan por todo el casco viejo restaurantes donde tomar platos calientes, sopas, verduras, caldos, todo ello consuetudinario y de cara a arrostrar los duros inviernos. Sigue esta estela de economía boyante en torno al Ayuntamiento. Me detengo ante la iglesia de San Casimiro (1604-1635). Fachada de colorsalmón y molduras blancas, alberga magníficas columnas de mármol de dispares tonos y un altar que no se queda atrás en esplendor. Tomás Zebrauskas es el nombre ínclito que emerge cuando buscamos los orígenes de los altares barrocos.


De tamaña proeza arquitectónica tiene mucho que ver la congregación jesuita de Jesús. El templo barroco es uno de los más egregios de la ciudad. Hay una cripta de reciente descubrimiento, año 1991, bajo el altar soberbio.
Paradójicamente, esta iglesia, dedicada al patrón de Lithuania y también Polonia, fue en su día museo del ateísmo.
Busco datos que "maceren" en el caldo de este relato viajero, pero España no "existe" mucho más allá de nuestras fronteras, o al menos eso parece cuando veo folletos informativos escritos en inglés, japonés, finlandés, alemán, ruso, francés o italiano.
La cosa se pone ya muy europea y moderna cuando desciendo por Didzidji. Otra iglesia, también de enjundia, es la ortodoxa, pese a sus tinieblas y escasez de espacios diáfanos. Hay gente muy pendiente de que tu cámara se quede quieta y no lance flashes a diestro y siniestro. Fotos prohibidas. Es una lástima no poder recoger todos esos iconos soberanos y profusos. La iglesia fue construida por el caudillo Konstantin Ostrogski y es inconfundible su estética ruso-bizantina.
Sigo ruta por la animada y siempre recomendad Didzidji. En cuanto llegas a la antiquísima calle de Pilies te rodean los turistas y las tiendas que venden ámbar, la joya nacional, vaya.
Tiendas, lugares apetecibles para comer, autobuses turísticos, y mucho músico callejero de poco renombre y sobrado talento.