Vilvoorde

Publicado el 03 septiembre 2017 por Alejandropumarino

Los holandeses son pocos, altos en general y silenciosos, ocupando un territorio en esta vieja Europa mayormente llano y lleno de bicicletas, vacas y tulipanes ofreciendo a propios y extraños, uno de los niveles de vida más altos del mundo. Parece ser que sufren, eso sí, el mal endémico en occidente a día de hoy, del islamismo radical, contra el que luchan con los escasos recursos del Estado de Derecho. Desde allí, desde el pueblo donde el imán de la mezquita de Ripoll perfeccionó su extremismo, se enviaron noticias frescas e interesantes sobre este personaje deleznable, a las fuerzas policiales españolas, noticias de las que, valga la redundancia, no hemos tenido noticia sino a través de los medios, mientras los Mossos se colgaban medallas ante la prensa internacional. El hombre de la fotografía es el alcalde de un pueblo holandés que puso en aviso a nuestros defensores de la ley y el orden sin demasiado éxito, porque una célula terorista numerosa organizó un atentado en el que su autor material, tras atropellar a más de cien personas, se bajó del vehículo y se fue tranquilamente andando, sin que se consiguiese detenerlo. Con todo el respeto por los cuerpos de seguridad del Estado, no parece una actuación como para colgarse medallas de profesionalidad, o presentarse ante el público con una pistola en la cintura.