Hoy vamos a hablar de un clásico. Aunque normalmente intentamos descubrir vinos nuevos y así intentar sorprender de alguna forma, hoy vamos a hablar del archiconocido Viña Ardanza. Un vino que seguramente todos habréis probado, consciente o inconscientemente.
Como es decíamos es un clásico, no sólo el vino en si, sino su embotellamiento y su propio nombre. No encontraremos nada innovador en su presentación, que sigue los “cánones” típicos riojanos de colores neutros y letras tradicionales. Pero no por eso es despreciable. Todo lo contrario: Viña Ardanza es el vino que te asegurará el éxito. Un D.O. Rioja, elaborado con una crianza de 36 meses en barrica de roble, muy apreciable en su sabor, en el que también se perciben notablemente sabores a fruta roja.
Viña Ardanza, llamado así a raíz de la Presidencia que en 1942 ejerció Leandro Ardanza en las bodegas la Rioja Alta y quién registró la marca, es un vino que desde hace años es emblema de estas bodegas. Tempranillo (80%) y Garnacha (20%) envejecidos por separado después de la fermentación alcohólica, un tiempo diferente para cada variedad de uva. De esta forma consiguen el equilibrio perfecto para realizar el coupage.
El grupo La Rioja Alta es quien comercializa este vino. Formado por 4 bodegas: La Rioja Alta, Torre de Oña, Aster y Lagar de Cervera, bodegas de diferentes zonas que poco a poco se han ido incorporando al grupo para ofrecernos más variedad, incluyendo también Aguardientes.
Como casi todos los reservas, es ideal para acompañar buenos asados de carne, quesos curados, embutidos y cualquier cosa que se tercie. Un vino muy redondo, con una buena acidez y con un largo sabor a madera destacado. Personalmente, es ese vino que me gusta que sobre en la copa para seguir con él con el postre… incluso con la sobremesa, ya que una vez abierto, aireado y después de haber tenido las “primeras palabras” con él, ya coges confianza y cuesta soltarlo.