A veces, la fortuna guía mi mano al elegir mi siguiente lectura. Cojo un libro, uno cualquiera, con desgana, como quien respira aire porque lo necesita para vivir. Porque yo lo necesito para vivir. Acaricio su tapa con desgana, mis ojos pasean por el título; quizás, leo la sinopsis, quizás lo hojeo perezosamente, quizás lo esnifo (sí, esnifar, el olor a libro nuevo es una droga que me hace enloquecer), según si es recién comprado o no.
Finalmente, tras esta larga ceremonia, lo abro, con tranquilidad, sin saber que ese libro es El Libro, así, con mayúsculas. Leo la primera página... y me enamoro. De la prosa, de la trama, de los personajes, de la ambientación, del índice y de la enumeración de las páginas. De todo. Han pasados cinco o seis horas antes de cerrar la tapa y dar por terminado un libro, y en esas cinco o seis horas, mi mundo conocido hasta entonces ha dejado de existir. Yo he dejado de existir.
Durante ese tiempo, he reído y he llorado, he luchado contra dragones y orcos o bien me han dado el primer beso, he vivido intensamente, como pocos lo hacen, y me he vuelto mucho más sabia que lo que era horas antes. He pasado las páginas con ansiedad y con desvelo: una parte de mi necesitaba devorarlas y la otra suplicaba que hubiera más.
He cerrado ya la tapa, pero ahora estoy en el mundo solo de cuerpo presente: mi mente todavía se encuentra paseando entre las páginas de ese mundo que para mí, durante unas horas ha sido más real que cualquier otra cosa. Ahora, dentro de mí solo quedan los recuerdos y un enorme vacío. Porque al leer, nos convertimos en otro, hacemos nuestros sus miedos, sus alegrías, sus problemas, y al cerrar las páginas, del libro, ese otro ser desaparece, y entonces, dentro de nosotros, sólo queda lugar para el vacío.
Quiero borrar las últimas horas, viajar atrás en el tiempo, empezar de cero. Quiero volver a sentir cada una de las palabras resonando en mi mente como si fuera la primera vez, sorprenderme de nuevo con cada giro inesperado, volver a derramar las mismas lágrimas por aquellos que de pronto perecen., sentir de nuevo el fuego del amor latiendo en nuestras venas.
Pero no, no es posible, cualquier relectura no sería más que una sombra de lo vivido. El único consuelo que me queda es recomendaros el libro. Suplicaros de rodillas que lo leáis y pediros que grabéis cada instante de vuestra lectura para que así yo pueda experimentarlo de nuevo. Tampoco es mucho pedir...
Hace tiempo que no encuentro un libro que me guste tanto, pero este año promete. Y a vosotros, ¿qué libro os ha causado esa sensación?