Me siento muy identificada con esta viñeta del lector. Cuando voy a una librería o a la biblioteca siento la imperiosa necesidad de acariciar los lomos de los libros con las yemas de mis dedos, para cercionarme de que son reales. Estoy tan acostumbrada a ver los libros a través de una pantalla (la portada en vuestras reseñas) que ver que esas novedades existen físicamente, que son tangibles, es como ver un unicornio.
Me gusta deleitar la vista en las portadas de los centenares de libros que quiero leer, pero que sé que no leeré. Pienso en el esfuerzo de tantos autores, en la cantidad de historias que encierran esas páginas y que están esperando a que las lea. Curiosamente, esto no lo hago en la librería de segunda mano (¿quizás porque los lomos y las portadas no son tan atractivos? ¿Por qué no conozco esos libros mientras que los de la librería sí?), pero sí me emociono en la librería, con tantos lomos brillantes por doquier. ¿Dónde se parará mi mano? ¿Cuál de todos esos libros será el elegido?
Es embriagador estar rodeado de tantas oportunidades, de tantos sueños, de tantas posibilidades. Mi mirada salta sin orden ni concierto de una estantería a otra, y mis pensamientos rememoran fugazmente vuestras palabras acerca de los libros que me rodean. Pero a veces, simplemente me paro en un solo libro, mis dedos deslizándose por la portada, mi mente lejos de ahí, pensando en la historia que podría estar encerrada entre las páginas.
Por desgracia, debido a la situación que estamos viviendo, al ir a la librería o a la biblioteca evito todo lo posible tocar los libros que no voy a llevarme, pero eso no significa que no lo eche de menos.
¿Vosotros también tenéis/teníais esta costumbre? ¿Tenéis algún ritual propio al visitar una librería o biblioteca?