En casa, en esta fecha, desfilan por la mesa multitud de deliciosas viandas, que en los últimos años se encarga de preparar y presentar de forma magistral mi hermana. Y a pesar de que todos los años repetimos aquello de "este año no podemos desparramarnos tanto, así que menos comida", la verdad es que nunca lo cumplimos. Este años desfilaron por la mesa canapés variados (queso azul y cebolla caramelizada, salmón con queso crema...), cigalas, gambones, vieras, almejas, arroz con bogavante, ternera rellena y postres varios. Menos comida, si, si.
Lo que si procuramos cumplir todos los años es que las bebidas sean todas gallegas. Blancos, tintos, licores y demás suelen ser todos da terriña. Este año, desfilaron por la mesa alguna botella de un vino blanco casero nada malo (muy afrutado, con una acidez muy comedida y un gracioso punto de carbónico), amén de aguardientes (café, tostada) muy ricos.
Empezamos con los entrantes y el marisco con un Casa da Barca 2009 (Do Rías Baixas, blanco joven, 100% Albariño, Isabel Amil Núñez): amarillo pálido con reflejos verdosos. Intensidad aromática correcta, con fruta de hueso y notas herbáceas. En boca fresco, seco, frutal y con final herbáceo. Un albariño correcto y refrescante, aunque me gustó más su hermano mayor Quintela da Cruz. Para el arroz con bogavante descorchamos un vino que tenía muchas ganas de probar, el Guitián Sobre Lías 2008 (DO Valdeorras, blanco con crianza sobre lías, 100% Godello, La Tapada): amarillo pajizo brillante. Nariz que me esperaba más intensa, donde había fruta de hueso madura y puntas tropicales. En boca es algo glicérico, frutal y mínimamente amargoso. Sin ser en absoluto desagradable, esperaba más de este vino. Para la carne, elegimos un vino del que se ha hablado mucho en otros blogs que frecuento, y que tenía muchas ganas de echarme al coleto. Se trata del Viña Regueiral 2008 (DO Ribeira Sacra, tinto joven, 100% Mencía, Viña Regueiral): bonito color cereza con ribete algo evolucionado. Muy buena expresividad aromática, donde se mezclaban fruta roja fresca y fruta negra madura, notas como de crianza en madera y recuerdos vegetales. En boca entraba con una acidez algo punzante, que no me esperaba, para dar paso a un recorrido suave que deja un regusto frutal y un tanino suave. Quizá no era el mejor momento para hacer los honores a este vino, después de tan copiosa comida, pero me descolocó un poco la acidez. Precavidamente, me he guardado otra botella para dedicarle más tiempo y calma.
En fin, tres buenos vinos para una comida, aunque de alguno de ellos esperaba bastante más.